Miquel Giménez-Vozpópuli
  • La izquierda tiene más presente a Franco que los franquistas

Yolanda Díaz ha tardado poco en invocar al espíritu de Franco en su campaña. Digo bien, su campaña y no la del extrañísimo potaje denominado Por Andalucía, Inma Nieto. Al igual que populares, socialistas y, algo menos, Vox, las andaluzas son un hors d’oeuvre de las generales.

La ministra de las cosas chulísimas ha instado a votar en nombre de los represaliados de Franco, de los antifranquistas, de quienes estuvieron en sus cárceles. Recordemos que el Caudillo murió en 1975. Pero más allá de que agitar su fantasma pueda tener cierta rentabilidad política entre quienes padecen una condición ágrafa en política, el frente popular 2.0, del PSOE a Bildu, de comunistas a lazis, tiene un problema psicológico con Franco. No puede ser por experiencia personal, si acaso será por la de parientes o amigos. O, acaso, de muy jovencitos. Servidor ingresó en la CNT en 1973 con catorce años, pero ni aquel franquismo era el de 1939 ni, siendo sincero, yo era ningún héroe. Como los dirigentes actuales son más jóvenes que yo, no creo equivocarme si deduzco que su fobia es más visceral que vivencial, más de referencias que por experiencias. Su antifranquismo es, entonces, sobrevenido. Eso no priva de que uno pueda ser antifascista sin haber vivido bajo Mussolini. Yo jamás sufrí la vesania hitleriana o estaliniana y no por ello dejo de ser opuesto esas monstruosidades.

Ay, Yolanda, tu marco de referencia mental sigue en los años treinta, con Franco, sí, pero también con los juicios de Moscú

Ahora bien, tanto Generalísimo es más que ideología. Es obsesión. Y es alejarse de la realidad, porque lo que se discute en la calle, esa que evitan no sea que les pongan cual no digan dueñas, no tiene nada que ver con Franco. La gente habla de como han subido los productos de primera necesidad, del astronómico costo que supone llenar el depósito, de lo mal que lo tienen los jóvenes, de la imposibilidad del acceso a una vivienda, de la inseguridad ciudadana. Y del descrédito que sienten los españolitos hacia política y políticos. Ahí Yolanda hace una elipsis, dice que todo lo hace por los trabajadores y que si no le votan caeremos en una Gehena del que no saldremos jamás. Para simplificarlo, Franco. Porque es su obsesión. Les ganó en una guerra incivil, desoladora, que nos enfrentó a unos contra otros. Pero les ganó. Es un hecho históricamente objetivo. Como es decir, siendo ecuánimes, que instauró una personalísima dictadura en la que, junto al terrible debe de la pavorosa cifra de fusilados, encarcelados, represaliados o exiliados, debemos anotar en el haber modernizar España y crear una clase media inexistente hasta entonces en los sesenta sin la cual, no lo dude nadie, jamás se hubiera producido la Transición. Eso, por no hablar que entre todos sus sucesores tuvo el ojo de elegir a Don Juan Carlos. Todo eso debe estorbar a Yolanda para solidificar su relato que empieza con la Pasionaria, el «Madrid será la tumba del fascismo», las Brigadas Internacionales y dar, ale hop, un salto de gigante hasta Podemos y ella misma. Es lógico que se obsesionen con Franco. Y con la historia, porque una vez la expurgas de toxicidades ideológicas queda en pie lo que queda. En su caso la ideología comunista, responsable de la muerte de más de ciento diez millones de personas en todo el planeta. Eso, por no hablar de que está condenada por la Unión Europea, equiparándola al nazismo.

Pero mejor hablamos de Franco, ¿no? Y al que proteste se le llama facha, nazi o franquista, como cuando la Cheka secuestró y asesinó a Andreu Nin, que decían que era agente franquista y que estaba en Roma o en Berlín. Como hizo el criminal SIM con miles y miles de españoles. Ay, Yolanda, tu marco de referencia mental sigue en los años treinta, con Franco, sí, pero también con los juicios de Moscú. Y estos quieren mandar. Madre de Dios.