Escenario de bloqueo

Manuel Montero
Manuel Montero

MANUEL MONTERO, EL CORREO 09/05/2013

· Este bloqueo se veía venir y es consecuencia de decisiones del partido gobernante. Provoca el bloqueo y se queja de él, todo en uno.

Hay consenso. Más aún: el acuerdo es pleno. Por una vez. Todas las fuerzas políticas (y parapolíticas) del País Vasco coinciden: sufrimos un bloqueo. Debe de ser de órdago, a juzgar por la unanimidad. Eso sí, el bloqueo del que hablan unos y otros es de distinta naturaleza política y ética, pues nada tiene que ver el bloqueo que diagnostica ETA y jalea su tropa con el bloqueo de la acción gubernamental, del que hablan los partidos democráticos.

Con todo, resulta llamativa esta generalización del término bloqueo –del que todos hablan estos días– en una sociedad acostumbrada durante años a otro tipo de frases fuerza (momento ilusionante, a futuro, hito histórico, proceso irreversible, nuevos tiempos: siempre a punto de romper la cáscara). De la marcha imparable hacia el paraíso de la libertad hemos pasado al reconocimiento general de que esto está estancado. A lo mejor salimos ganando, habida cuenta de que los voluntarismos mesiánicos, los que todo el rato oteaban luces al final del túnel, acabaron coagulándonos. Por antítesis, el reconocimiento general de que estamos empantanados resulta prometedor.

Pese a la sensación de que el bloqueo es nuestro estado natural, se denuncia estos días como una circunstancia inadmisible, lamentable. No es como en tiempos del antiguo tripartito, que compatibilizaba el bloqueo –años sin aprobar presupuesto– con el optimismo antropológico y con uno de sus grandes logros retóricos, el blindaje. El Gobierno se blindaba (sic) para vencer todas las pruebas, incluyendo las zancadillas que se ponían sus componentes. Gracias a semejante hallazgo pudo el país bloquearse y mirar hacia otro lado.

Ahora ya no. Se ha descubierto que el rey está desnudo y al pan pan y al bloqueo bloqueo: no hay otra. Un ataque de sinceridad.

No gusta (ahora) el bloqueo, pero sus causantes son los que más se quejan, al tiempo que acusan a los demás de producirlo. Por lo que se lee, el Gobierno vasco culpa a «los grupos de la oposición» de la «situación de bloqueo» que le forzó a retirar los presupuestos. Los días anteriores instaba a la oposición a no bloquear, por ese concepto raro (pero de larga tradición entre nosotros, véase la década soberanista) según el cual constituye un deber de la oposición no oponerse, echar una mano siempre. E ignora que es obligación de un Gobierno buscar las mayorías en las que asentar sus propuestas.

Pero este bloqueo se veía venir y es consecuencia de decisiones del partido gobernante. Provoca el bloqueo y se queja de él, todo en uno. Optó por un Gobierno con minoría precaria, sin acuerdos parlamentarios, decisión que puede entenderse pero cuya consecuencia, la debilidad política, ha de asumir y no endosar a la contraparte. Además, ha elaborado unos presupuestos sin llegar a acuerdo de ningún tipo, por lo que pasa lo que pasa. Tercero y principal: la ambición de gobernar acordando con unos y con otros (estabilidad con ‘españolistas’, soberanismo con la muchachada) no tiene un pase y lleva al fracaso político.

Tampoco se entiende el intento de desbloqueo ofreciendo, pidiendo o exigiendo un pacto de estabilidad, sin sugerir en qué consistiría y en qué no. Puede entenderse que no le entusiasme la deriva izquierdista del PSE, que suena a juegos de artificio de cara a otra galería, pero es lo que hay. Por lo que se ve, también le disgusta que el único que se le ofrezca para estabilizar sea el PP. Como no quieren que les vean con malas compañías y luego les digan españoles (y a lo mejor fachas) hará caso omiso. La táctica de cerrarse en banda puede tener una consecuencia grave. Quizás la atracción del bloqueo se vaya apoderando de un Gobierno que se presentó como prometedor y puede vivir la legislatura en el vértigo, si se acostumbra a la parálisis. No debería sucederle, pues los gobiernos están para hacer política y no para enrocarse. Tienen que gobernar con lo que hay, no con lo que les gustaría.

El bloqueo anterior es serio. El que anuncia (una vez más) el terrorismo suena a melodramático. Daría en risible, si no fuera porque sus implicaciones son tenebrosas. ETA escribe un comunicado aun más paranoico de lo habitual, que ya es decir. Nos asegura que vivimos «un momento crucial»: de nuevo, esta gente vive siempre en la crucialidad. Y, por supuesto, estamos en un «bloqueo político», pues por alguna razón ignota los terroristas creían que, tras dejar de aterrorizar, todo sería «aquí a sus órdenes», lo que dispongan. Está de un lado la estulticia moral: consideran «asesinato» cualquier muerte de uno de los suyos por causas naturales, mientras los asesinatos que cometieron son, como mucho, «consecuencias del conflicto» (de lo que se deduce que tenemos un conflicto muy asesino). Después, viene su «resolución del conflicto», para la que exigen ahora presiones populares. Se conoce que los suyos no les tienen contentos.

Pues el modelo a seguir lo tienen cercano. Lo representan los seis alcaldes que se han juntado para «la excarcelación de presos enfermos». La justificación que dan asombra, aún no lo habíamos oído todo: «Como alcaldes, nos sentimos en la obligación de proteger a la ciudadanía». ¿Hablan en serio o quieren tomarnos el pelo? Resulta un sarcasmo o una impudicia, viniendo del ámbito que apoyó a quienes atacaban a la gente, de lo que no hay noticias de arrepentimiento.

En el bloqueo que le irrita, ETA se queja por lo que causa. El desbloqueo sólo llegará con su desaparición. Así que si tanto les agobia el bloqueo al que han condenado a la sociedad vasca durante décadas, lo tiene fácil: despedida y cierre.

MANUEL MONTERO, EL CORREO 09/05/2013