Santiago González-El Mundo

El molt honorable Quim Torra ha escrito una carta al Rey cofirmada por el molt honorable Mas y por el molt honorable Puigdemont, prueba evidente de que en Cataluña se considera honorable, incluso muy honorable, cualquier cosa. La carta explicaba al destinatario que desde el día 3 de octubre no es el Rey de todos los catalanes, que a ver qué tal un arrepentimiento, un pedir perdón y encontrar hueco para reunirse con él y escuchar sus quejas en la inauguración de los Juegos del Mediterráneo.

El último presidente de la Generalidad que no era incompatible con el término honorable fue Tarradellas, que bien claro avisó de lo que venía después: el tal Pujol, un padre de la patria que se reveló padrastro, ladrón y defraudador. No era lo peor que podía esperarse. Luego, degenerando, degenerando, hemos ido a dar en este Torra, viva encarnación del ruc català, animal totémico de todo aquello.

Es casi admirable en estos sujetos la perfección de su delirio, que les permite enviar al Rey una carta instándole a negociar la independencia, y supongo que la república. Como el Rey no tiene competencias para negociar políticamente, la Casa Real ha remitido la carta al Gobierno, pero aún no sabemos cuál va a ser la actitud del remitente: si dará plantón al Jefe del Estado o le organizará una pitada como las que le montan en las finales de la Copa que él patrocina cuando juega el Barça. Tendrá que pitar él; Puigdemont no puede porque es prófugo y a Mas le veo yo más en la risita sarnosa de la final de 2015, cuando Don Felipe sí era el Rey de todos los catalanes, según la lógica mazorral de Torra.

El sanchismo, que va a tropezón por día, tiene una cita comprometida hoy en Tarragona. ¿Va a tolerar el presidente del Gobierno una humillación al Jefe del Estado? No debería; cualquier desplante al Rey lo sería también para el jefe del Ejecutivo, aunque tal vez no se dé por enterado. Con todo, lo peor de Sánchez, con ser mucho, no es él mismo, sino el acompañamiento. Pongamos que hablo de Meritxell, mi Meritxell, a quien Pedro ha elegido como especialista para la crisis planteada por los golpistas catalanes y ha nombrado ministra de Política Territorial y Función Pública en un alarde demostrativo de sus capacidades como head hunter.

No hay probablemente otro ejemplo tan ilustrativo de una persona a quien le quede tan holgado el cargo de ministra. En febrero de 2013, Rubalcaba le impuso una multa de 600 euros por haber votado en el Congreso a favor del derecho a decidir, junto a otros diputados del PSC, en contra de una propuesta de UPyD. Otra multada por lo mismo fue Teresa Cunillera, delegada del Gobierno de Sánchez en Cataluña. Desde que Batet es ministra es un no parar. «La Constitución no representa los intereses de la inmensa mayoría», dijo el martes en el Senado, y el miércoles propuso aprobar con leyes orgánicas los puntos del Estatuto caídos en el Tribunal Constitucional. Marededeu, quina tropa y qué caro nos va a salir el sueño de clase media del matrimonio Sánchez-Gómez.