Cuando Zapatero anunció que tenía una agenda progresista para el fin del terrorismo, tendría que haber estudiado los precedentes. Garantizarse que las actas levantadas por los mediadores de la Fundación Henri Dunant estaban blindadas no era suficiente. También estaban las notas de los etarras, y éstas acabaron confiscadas en Francia.
Estaba escrito: los terroristas sí tienen quién les escriba. Es más, a juzgar por su tendencia a dejar constancia de todo por escrito, podría sospecharse que la grafomanía es un requisito insoslayable para ser uno de los hijos más conscientes de este pueblo en las filas de la persuasión armada (Arnaldo Otegi dixit). La canción de gesta requirió guerreros, materia prima, pero sin poetas no habría existido. Unos matan y otros escriben.
Así, uno de los principales problemas que se le plantea a todo Gobierno al establecer relación con una banda terrorista es análogo al que tienen las mujeres decentes al mantener relaciones sexuales por los extrarradios de la institución: los chicos lo cuentan todo.
Aquel día del verano de 2004 en que Zapatero anunció que tenía una agenda progresista para el fin del terrorismo, tendría que haber estudiado los precedentes. Al PNV y EA les estalló en una página de Gara (30 de abril de 2001) el acuerdo con ETA durante los prolegómenos de la tregua de Lizarra, cuando pactaron la exclusión de PSOE y PP de la política vasca. La única conversación que el Gobierno de Aznar mantuvo con ETA, en mayo de 1999, fue hecha pública en su momento. Eso, por no remontarnos a las conversaciones del PNV con HB durante la primavera de 1992, cuando Ollora y Egibar miraban estupefactos a Floren Aoiz, un amanuense que iba reproduciendo el diálogo con bolígrafos de colores: azul para ellos, rojo para nosotros.
Había precedentes y las precauciones que tomó el Gobierno -garantizarse que las actas levantadas por los mediadores de la Fundación Henri Dunant estaban blindadas- no eran suficiente. También estaban las notas de los etarras, y éstas acabaron confiscadas en Francia. De ellas resulta que uno de los interlocutores del Gobierno, Gómez Benítez, puso sobre la mesa de la negociación las causas pendientes de la izquierda abertzale. Jarrai no sería parte de KAS y el PCTV no sería considerado una continuación de Batasuna.
Son cosas que pasan. En 1985, al concluir la negociación del fin de los polimis, uno de sus dirigentes compareció ante el juez. Éste le preguntó si, en determinadas fechas y compañías, atracó determinado banco del que se llevó gran cantidad de dinero. El ex terrorista dijo: «Sí», y el juez, volviéndose con gesto paciente hacia la secretaria, dijo: «Aquí, evidentemente, ha querido decir que no». Aun en la prevaricación, el juez estuvo en su sitio y el terrorista cesante en el suyo. En la única agenda posible contra el terrorismo, los interlocutores idóneos de los terroristas en las conversaciones de penumbra son los policías.
Es natural, por otra parte, que la chapuza corone los desaguisados conceptuales. De esta conversación (Oslo, 11-15 de diciembre de 2006), los tres interlocutores del Gobierno sacaron dos conclusiones antagónicas: que el proceso continuaba, y que no. «De esta opinión nadie nos sacará: el perro está rabioso o no lo está», cantaban los doctores de El Rey que rabió. El presidente, está en su ser, se abrazó a la conclusión más optimista. Faltaban 15 días para el bombazo de la T-4.
Santiago González, EL MUNDO, 3/3/2010