Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
El gobernador del Banco de España es una persona que actúa en el mundo de la economía con la asepsia y la precisión de los cirujanos en el quirófano. En su intervención de ayer en el Congreso, dentro de la Comisión de Reestructuración, habló mucho y bien. Primero nos reiteró sus previsiones que, como ya sabe, son cercanas al Apocalipsis. Así, y como dato nuevo, aseguró que el PIB del segundo semestre puede caer hasta el 21,8%. Una cifra que, si no le provoca espanto y la aguanta sin pestañear, le aconsejo que se haga escalador de paredes verticales; o, igual más fácil y mejor remunerado, directamente torero.
Luego dio en la diana de lo que constituye el dilema crucial de estos momentos. «La respuesta de la política económica tiene que combinar el objetivo de apoyar la recuperación -que aconseja no efectuar una retirada prematura de las medidas de apoyo, pues esto aumentaría el riesgo de que el crecimiento económico sufriera daños más duraderos-, con el de facilitar el ajuste estructural de la economía al escenario que emergerá tras la pandemia».
Para lograr esa difícil cuadratura del círculo reclama un pacto político que abarque varias legislaturas. Ese es el reto de los políticos. Hasta ahora no han conseguido pactos que duren más allá de unas pocas semanas. Él es más ambicioso y pide un acuerdo de legislatura, como poco. Las encuestas publicadas el pasado fin de semana mostraban una gran mayoría que apoya la opción de un gran acuerdo entre el PSOE y el PP. Pues ahí lo tienen. Con la seguridad añadida de que sería un acuerdo bien visto en Europa que, no lo olvide, será en última instancia quien nos provea el dinero que necesitamos y sin el cual no levantaremos el vuelo.
Terminó enumerando las reformas estructurales que necesitamos. Siéntese y apunte, que la lista es larga: fomento del crecimiento empresarial e incremento de la competencia sectorial; mejora de los mecanismos de ajuste del empleo; afrontar la reforma del sistema de pensiones; el envejecimiento de la población; reforzar las políticas de acceso a la vivienda; aplicación adecuada del ingreso mínimo vital de manera que no distorsione el mercado laboral; favorecer la transición hacia una economía más sostenible y garantizar la salud del sistema financiero. Respire. Como ve, aquí hay trabajo para una o, mejor, para varias legislaturas. Ya solo falta que los políticos establezcan el camino y empujen a los caminantes. Lo que quiere la gente está muy claro. ¿Lo que quieren los gobernantes? ¡Ah, ese es otro cantar! Y hoy está desafinado.