SANTIAGO GONZÁLEZ-El Mundo

Andrés Manuel López Obrador es, amén de presidente de México, hombre de talentos más bien justos. Supimos ayer que el pasado 1 de marzo envió una carta al Rey de España conminándole a pedir perdón por la conquista de lo que ahora es su tierra por Hernán Cortés y 300 de los suyos entre 1519 y 1521, durante el reinado de Carlos I. Esto es lo que con toda propiedad se llama la falacia del historiador, consistente en juzgar con valores actuales hechos de hace 500 años. Cabe reprochar a Carlos de Habsburgo que no convocara al Congreso de los Diputados para pedir autorización para la conquista, como Aznar para la guerra de Irak, mira tú, ni esperar a una resolución de la ONU que bendijese la conquista. Otra cuestión es que un señor López Obrador se nos vista de indigenista. Tenía razón Arturo Pérez-Reverte al recordarle en Twitter que debía disculparse él, que tiene apellidos españoles y vive allí: «Si este individuo se cree de verdad lo que dice, es un imbécil. Si no se lo cree, es un sinvergüenza». Algo taxativo, pero de una lógica aplastante.

Es un hecho que los conquistadores españoles fueron mucho menos racistas que los forjadores del imperio británico y se mezclaban de buen grado con las indígenas. Mi profesor de Historia en el Bachillerato, José Mª Sánchez Diana, el mejor profesor que he tenido nunca, nos lo contaba con un lenguaje que a nuestras tiernas almas adolescentes nos parecía crudo: «Los conquistadores asaltaban a las indias y las hacían madres a la fuerza, sin pedirles parecer». Qué gran asunto para una campaña de Carmen Calvo. El propio Hernán Cortés predicó con el ejemplo y preñó a la Malinche, una india que le servía de traductora y concubina y que le dio a su primer hijo, Martín Cortés Malintzin.

Hubo un precedente, sin sexo, claro, en el Ayuntamiento de Bilbao a principios de los 80. Un concejal del PNV, colérico y sanguíneo, arremetió contra su colega de Euskadiko Ezkerra Jon Nicolás López con los peores denuestos que se le ocurrieron: «López, que eres un López. ¡Falso euskaldun!». Sus compañeros de partido reaccionaron con el lema: «Yo también soy un López», algo muy de la época. Yo mismo llevé pegatinas con el lema «yo también he abortado» y «yo también soy adúltera» en campaña militante contra las despenalizaciones correspondientes. Eso aparte de sacar a relucir un hecho histórico irrefutable: la villa de Bilbao había sido fundada en 1300 por Diego López de Haro, llamado El Intruso. Pero esos son otros López.

La majadería de López Obrador ha sido jaleada por lo más desasistido de nuestras glorias patrias: los podemitas en pleno, Alberto Garzón y Aitor Esteban, que aspira a la misma petición de perdón por el bombardeo de Guernica. Y Bea Talegón, claro, que no pierde comba. El Gobierno rechazó la petición con expresión reveladora, «lamentando la publicación» de la carta. Ha tardado 25 días en darse por enterado, y además Sánchez se vio con López en México a finales de enero. Es asombroso. Cada vez que Sánchez va de visita, sea a López, sea a Torra, recibe una confidencia que nos oculta celosamente: las 21 exigencias de Torra, la carta de López Obrador.