ANTONIO CASADO-EL CONFIDENCIAL

  • Diez en previsión (avisos de temporal), cero en planificación. De nuevo se reacciona tarde y mal, con un grado de protección civil manifiestamente mejorable

Lo que nos faltaba. Además de la pandemia, la nieve. En lo uno y en lo otro, con unos grados de protección civil manifiestamente mejorable. Nada de paños calientes. De nuevo se reacciona tarde y mal. Los trabajadores públicos (sanitarios, conductores de ambulancias, bomberos…), a nivel individual y autoorganizativo, volvieron a estar por encima de sus jefes. Significativo es el caso de los bomberos de Madrid. Sus advertencias sobre la escasez de la plantilla para afrontar el reto del temporal que se venía encima cayeron en saco roto. Y una vez más brilló el milagro civil de un cuerpo militar, la UME (gracias, Zapatero), del que todos se acuerdan cuando truena, como los mineros de Santa Bárbara bendita, o cuando Gobierno, autonomías, ayuntamientos y corporaciones están con la nieve al cuello.

Dice la ministra de Defensa, Margarita Robles, que el estado de alerta es la condición natural de la UME. Cierto. También en esta ocasión estaba preparada desde el minuto menos uno. Pero, a diferencia de los ángeles de la guarda, la UME solo actúa si se lo piden. No es su culpa si lo hacen con retraso. Y así fue cuando se la reclamó para limpiar carreteras, trasladar enfermos (también de vacunas del covid-19) o rescatar a personas atrapadas en arterias de tráfico incomprensiblemente desatendidas con carácter preventivo.

Dice Margarita Robles que el estado de alerta es la condición natural de la UME. Pero, a diferencia de los ángeles de la guarda, solo actúa si se lo piden

Filomena nos ha hecho una foto donde medio país sale paralizado por culpa de una borrasca absolutamente pronosticada con profusión de avisos por tierra, mar y aire. No se notó, a juzgar por los resultados: gente bloqueada en viales de primer orden, carreteras cortadas, el aeropuerto de Barajas fuera de servicio, dependencias públicas paralizadas por ausencia del personal cautivo de la nieve, médicos y enfermeras autoorganizándose para llegar a sus puestos de trabajo…

En resumen, éxito en previsión (hablo de los avisos de temporal) y fracaso en planificación. Cuando el mal ya estaba hecho, dos ministros desbordados por los acontecimientos que recitaban unos cuantos lugares comunes fingiendo que la situación estaba controlada y jurando por sus muertos que Pedro Sánchez no se había despegado de los mandos de la nave, aunque solo haya dado la cara en la fase final, la de ‘evaluación de daños’, mientras sus adversarios le acusaban de esconderse.

Filomena nos obliga a fijarnos en aquello que, por poner al mal tiempo buena cara, olvidan quienes en posición de decúbito supino hacen el cristo sobre un suelo inmaculado o se citan por las redes sociales para una lúdica batalla de bolas de nieve.

Cuando el mal ya estaba hecho, dos ministros desbordados recitaron unos cuantos lugares comunes fingiendo que todo estaba bajo control

Tal vez prefieran no haber querido saber lo que es la inmovilidad. Con la nieve, incluso peor con la pandemia, si no fuera por las diferencias en la duración de la patología social. Sobre todo en el tráfico y en la asistencia sanitaria, que quedaron completamente colapsados en la noche del viernes en Madrid. Y si hablamos de efectos colaterales, un ejemplo: los retrasos en los planes de vacunación por covid, que ya venían tocados por las jornadas festivas previas a la llegada de Filomena.

No solo el sistema sanitario ha sido de expuesto a una nueva y durísima prueba de resistencia. También el de protección civil. Y, en general, los aparatos administrativos y burocráticos del Estado, cuya falta de agilidad nos vuelve a recordar la de un paquidermo envejecido, que espera redimirse para una segunda juventud en la vocación modernizadora de los fondos de ayuda de la UE. De eso ya hemos tenido pruebas (lentitud, fraudes, caos burocrático, etc.) en la aplicación práctica de los ERTE, el Plan Renove, el IMV (ingreso mínimo vital) o el dicho programa de vacunación. Son ejemplos vivos de lo que se dice y se hace en la gobernación de la vida pública. Porque, según Séneca, las promesas y las buenas intenciones se marchitan a poco de ser declaradas.

Filomena nos obliga a fijarnos en lo que olvidan quienes hacen el cristo sobre un suelo inmaculado o se citan para una lúdica batalla de bolas de nieve

Lo malo es que la factura de una mala gobernanza la pagan los ciudadanos ante una deficiente prestación de los servicios consagrados en su día en el llamado estado de bienestar y luego reñidos en una absurda dinámica de descentralización frente a mando único, o de mando único frente a descentralización. Y ahí seguimos.