España se batasuniza

ABC 18/06/15
ISABEL SAN SEBASTIÁN

· Han llegado a los ayuntamientos armados de odio hasta los dientes, de paso hacia La Moncloa

HAN llegado a los ayuntamientos armados de odio hasta los dientes, a lomos de un revanchismo alimentado con mimo por los ideólogos que mueven sus hilos, sedientos de venganza ciega. Tan orgullosos están de sus anhelos incendiarios, que los han exhibido en las redes sociales durante años, en amenazas cargadas de hiel, como exhibían los «camisas pardas» sus antorchas hitlerianas desfilando al paso de la oca por las calles de Berlín. No creen en el sistema democrático que les ha dado la oportunidad de ocupar el puente de mando. Lo desprecian tanto como lo aborrecen, aunque están dispuestos a usarlo a guisa de trampolín, siempre que les favorezca. Quienes topamos en persona con sus maestros del País Vasco, los que no apretaban el gatillo pero tampoco dejaban vivir, reconocemos en su mirada la misma sombra irracional, ese destello salvaje de unos ojos que, sin conocerte, ansían darte muerte y lo harían, encantados, si esa muerte fuese impune.

Han llegado a los ayuntamientos pertrechados de prejuicios rancios que creíamos superados. Confundiendo la defensa de valores lícitos, como el laicismo o el feminismo, con la ofensa gratuita y violenta de las creencias ajenas. Hambrientos de pesebre y de batuta. Decididos a vengar afrentas, reales o imaginarias, sufridas por unos abuelos que prefirieron olvidarlas en aras de la reconciliación y de brindar a sus nietos el pan y la educación sobre los que ahora escupen. Empeñados en retrasar ochenta años el reloj de la Historia. Tan carentes de programas o propuestas susceptibles de mejorar el día a día de los vecinos como sobrados de prepotencia. Encantados con sus ocurrencias.

Han llegado a los ayuntamientos para imponer sus dictados, no para consensuar ni siquiera considerar las opiniones contrarias. Son conscientes del poder inherente a la capacidad de amedrentar, y lo ejercen a conciencia. Llaman a sus bases a insultar e intimidar a los adversarios políticos a la salida del primer pleno, disfrazando esa agresión de «celebración festiva», a la vez que atacan en manada, al amparo del anonimato que proporciona la red, a cualquiera que se atreva a plantarles públicamente cara con su nombre y su apellido por delante. Manejan con maestría el socorrido «y tú más», para cuya explotación disponen de un arsenal inagotable de munición proporcionada por los dos grandes partidos que se han turnado hasta ahora en el uso y abuso del gobierno y su correspondiente cuota de corrupción. No están indignados, sino resentidos, lo que configura un estado de ánimo completamente distinto e infinitamente más peligroso.

Son los hijos de una ira exhibida sin recato, cuya expresión manifiesta no ha hecho más que empezar. Han ocupado una gran parte del espacio ideológico y mediático abandonado por esos pseudoestrategas «tácticos» partidarios de relegar los principios al desván de la política para centrar todo el mensaje en la gestión. No atienden a razones económicas ni aceptan la evidencia del monumental fracaso cosechado por el modelo que propugnan allá donde ha sido ensayado. No parecen fáciles de comprar, en caso de que haya quien esté pensando en hacerlo a la desesperada, como fórmula de último recurso.

Han llegado a los ayuntamientos de paso hacia La Moncloa, donde pretenden desembarcar en otoño, vestidos de distintas siglas y arropados por las del PSOE. Si nadie les hace frente con un discurso alternativo, susceptible de ilusionar, que apele al corazón más incluso que al bolsillo, alcanzarán su objetivo.