ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 13/10/15
· Las patrias son asuntos muy incómodos. Yo mismo tengo que compartir la mía con personas como el presidente Artur Mas y su clérigo Oriol Junqueras. ¡Cómo podría yo decir «Viva España» teniendo que incluir en el Viva a esos desastrosos compatriotas!
La reivindicación patriótica supone demasiadas concesiones y, al menos en mi caso, no hay himno ni bandera ni empujón emocional capaz de sublimar algunas compañías que el azar ha querido imponerme. Es verdad que los mecanismos familiares actúan de manera parecida y también con indeseables consecuencias. Pero en la familia rige el principio biológico, la antigua llamada de la sangre, que es la que obliga al padre a poner su pecho cuando la bala va a matar al hijo. El mismo principio, por cierto, que convierte a Abraham en ficción y con él toda la instrucción cristiana y derivables.
En el caso español la dificultad esencial del viva patriótico se complica por algunas penurias: la lejanía de los tiempos gloriosos, el papel secundario jugado en la Modernidad y el rastro de decadencia civil que culmina en la guerra de 1936 y en la dictadura consiguiente, aún demasiado cerca. A ello cabe añadir la obstinada presencia en el País Vasco y Cataluña de núcleos xenófobos, que con las habituales buenas palabras ha convertido a estos territorios en comunidades históricas. Nunca estos núcleos habían acumulado tanto poder y tanta visibilidad.
Es verdad que en la intimidad se regían por la costumbre de utilizar términos como maketo o xarnego; pero jamás se habían atrevido a exhibir su defecto del modo arrogante en que ahora lo hacen. Aunque bien es verdad que protegidos por una eficaz e intimidatoria campaña de escamoteo sentimental que, entre otros logros, ha conseguido que las víctimas de su xenofobia aparezcan como verdugos de su identidad.
Pero esta desvergonzada exhibición es la que va a dar un nuevo sentido al azar de ser español. Observando fríamente el delirio nacionalista de Cataluña, el modo en que tantos ciudadanos se creen y se cuentan allí las mentiras más burdas (las mentiras españolas tienen la impagable ventaja de que fueron contadas hace mucho tiempo) y el aire de exclusión xenófoba que ha pasado simpáticamente del salón a la calle, el empeño español en vivir juntos los distintos va a adquirir una luz, una calidad y un acuerdo vital y moral inesperados.