ABC 24/12/14
· Se ofrece para ser la candidata del PP a la Alcaldía de Madrid La dirección popular responde que «Rajoy es poco presionable»
Esperanza Aguirre obligó ayer a Mariano Rajoy a no ser Mariano Rajoy. Es decir, a adelantar una decisión para la que el presidente no parecía tener prisa hasta febrero: el nombre del dirigente popular que intentará revalidar, en el momento más delicado de la historia del PP, la Alcaldía de Madrid, en manos de Génova desde 1991. Tras la reunión de la cúpula regional del PP, la tercera presidenta autonómica de Madrid oficializó lo que era un secreto a voces. Y le dijo a la única persona que tiene la llave de las candidaturas y con la que ha mantenido sonoras diferencias, que «está a su disposición» para desafiar las encuestas que ofrecen señales evidentes del desgaste de los populares en una Comunidad nuclear, junto a la valenciana, para mantener su hegemonía.
Ambas plazas, todavía sin cabezas de lista, han sido graneros de votos para el centro-derecha y palancas, primero para Aznar y después para Rajoy, para conquistar La Moncloa. Y en las dos el horizonte del partido está en riesgo tanto por el desgaste de la gestión de la crisis y por la corrupción como por el ascenso de fuerzas populistas como Podemos. La dirigente madrileña lo sabe y por eso, interpretaban ayer en su partido, hace ahora valer «que con ella se puede recuperar el voto de los desanimados, que sabe responder a los eslóganes de Pablo Iglesias, con el que ya se ha enfrentado en las televisiones y en los tribunales, y que el PP más tradicional la respalda».
«No tenía vuelta atrás»
Aguirre dijo cuando abandonó la Presidencia en septiembre de 2012 –alegando motivos familiares y de salud (hoy afortunadamente superados)– que era una decisión que «no tenía vuelta atrás». Sin embargo, retuvo la dirección del PP de Madrid, la organización territorial más poderosa de Génova con 90.000 afiliados, convertida en ocasiones en un contrapoder dentro de la estructura nacional. Aquel estratégico anclaje ha resultado determinante al correr del tiempo: dos años después, ayer enseñaba todas sus cartas que incluyen un ticket conjunto con su sucesor Ignacio González como aspirante autonómico. Aunque el artículo 49 de los Estatutos de esta fuerza política establece que la elección de los candidatos electorales es competencia del Comité Electoral Nacional (es decir, de Rajoy y de su número dos, María Dolores de Cospedal), lo cierto es que la postulación pública de Aguirre y de González (que ya había manifestado su disposición) coloca en una difícil tesitura a Moncloa, en cuyas manos está ahora desairar o no a las bases que respaldan a los dos precandidatos.
Aunque el número 3 del PP, Carlos Floriano, se apresuró a aclarar que «Rajoy es poco presionable», el paso al frente de Aguirre convulsionó el partido, semanas después de que se decidiera aplazar la decisión hasta después de la convención del 23 de enero. La declaración pública, que era esperada en la dirección nacional «en cualquier momento», es analizada como una presión frontal al jefe del Gobierno, con el que había mantenido dos encuentros privados sin compromiso de por medio. El primero, antes del verano, fue aprovechado por Rajoy para interpelar a la dirigente madrileña sobre sus aspiraciones. Fuentes conocedoras de la conversación detallaron cómo el líder popular le preguntó directamente: «¿Y tú qué quieres Esperanza?» en alusión a su voluntad de postularse, a lo que Aguirre contestó con un ambiguo «estoy a tu disposición». Sin embargo, en la segunda cita, celebrada en Moncloa, la expresidenta fue más explícita y quedaron en verse más adelante. Días después, Rajoy manifestó a los periodistas, en la copa de Navidad, que «esa decisión no corre prisa». Tanto él como Cospedal eran partidarios de no someter a un desgaste innecesario a los dos candidatos que, si se cumplen los pronósticos, contarán con suficiente notoriedad. Pero Aguirre alteró ayer esas previsiones, sabedora de que el tiempo corre en su contra, toda vez que sus opciones quedaron «tocadas» con el incidente de tráfico en la Gran Vía madrileña, pero, sobre todo, con la operación Púnica, que ha llevado a la cárcel a uno de sus más estrechos colaboradores: Francisco Granados.
Y es que el presidente se ha cuidado mucho de dar una respuesta definitiva a la espera de tener en su mesa los resultados de un último sondeo en el que se miden las posibilidades no solo de Aguirre, sino de Soraya Sáenz de Santamaría, de la delegada del Gobierno, Cristina Cifuentes, y de otros líderes nacionales. Las fuentes consultadas por ABC consideran que el órdago de la expresidenta tiene que ver asimismo con su temor, expresado públicamente, a que «sea Arriola [asesor demoscópico de Moncloa con el que no mantiene una buena relación] el que tenga voz y voto. «Su último recurso –aseguran en la dirección nacional– era hacer públicas sus intenciones». Eso sí, hasta el momento ningún aspirante garantiza la mayoría absoluta para el PP. Solo Sáenz de Santamaría se acerca. Pero Rajoy se niega incluso a contemplar esta opción. La de Aguirre está por ver.