Espontaneidades

Jon Juaristi, ABC, 20/5/12

Las agresiones estudiantiles a autoridades autonómicas del PP parecen deberse solamente al desorden climático

OS días después de que los presidentes de Galicia y Baleares fueran zarandeados y apedreados por grupos de presuntos estudiantes en Orense y Manacor, respectivamente, la viceconsejera de Educación de la Comunidad de Madrid, Alicia Delibes, se vio en un trance parecido a las puertas del Rectorado de la Universidad Politécnica, cuando se dirigía a la toma de posesión del nuevo rector de la misma, a las 13 horas del pasado jueves. Su coche fue asaltado por una horda que trató de volcarlo. Al no conseguirlo, la emprendieron a golpes con la carrocería y bailaron una danza tribal sobre el capó. Cuando alguno de ellos se cercioró de que la ocupante del vehículo no era Esperanza Aguirre, decidieron que no merecía la pena lincharla y se replegaron a sus posiciones de partida. El ABC del viernes dio una amplia información sobre el pequeño incidente, que yo viví de cerca, porque pretendía asimismo acceder al Rectorado en pos de la viceconsejera.

Mi impresión es que los agresores no tenían pinta de estudiantes de la Universidad Politécnica. En una de las fotografías de ABC puede verse a un anciano hippy largando una coz al coche o quién sabe si iniciando los primeros brincos de

Duna jota segoviana. Hace tres años, en la misma universidad, presencié cómo otro grupo (que probablemente era el mismo) interrumpía un acto académico en memoria de Leopoldo Calvo Sotelo auspiciado por sus antiguos compañeros de la Escuela de Ingenieros de Caminos. En esa ocasión, pregunté a uno de los reventadores por qué la tomaban contra un homenaje a don Leopoldo. Me aseguró que ni le sonaba aquel nombre y que estaban allí porque habían oído que Esperanza Aguirre iba a presentarse de un momento a otro.

Mi hipótesis es que, en efecto, no se trata de estudiantes, sino de supervivientes de algún abominable experimento pavloviano, a los que el solo nombre de la presidenta de la Comunidad de Madrid pone frenéticos. Viven en los bosques de la Ciudad Universitaria y acampan a veces en los vestíbulos de las facultades, donde tienden a orear sus gayumbos. La viceconsejera Delibes y un servidor logramos finalmente entrar en el Paraninfo disfrazados de bedeles y dio comienzo la solemne ceremonia, que transcurrió con absoluta normalidad mientras la alegre muchachada contribuía al esplendor de la misma berreando desde el otro lado de la puerta.

Finalizado el acto, el flamante rector se dirigió a los alborotadores para asegurarles que, a título personal, no le parecía bien la política del actual Gobierno. «Creo —añadió— que hay motivos para manifestarse, porque el sistema educativo está sufriendo recortes que pueden hacerle mucho daño». A la viceconsejera y a mí, un señor muy simpático nos sacó por un portillo lateral, sugiriendo que nos refugiáramos en el despacho del rector, pero resultó que estaba cerrado con llave. Con infinita gratitud, rehusamos esperar al cerrajero y salimos, agazapándonos entre los matorrales, hasta alcanzar las estribaciones de Argüelles. En fin, una jornada estupenda que transcurrió tan risueña y espontáneamente como sus organizadores habían previsto. Toujours on a raison pour se révolter, que decía el clásico aquél en que siguen inspirándose algunas autoridades académicas.

Jon Juaristi, ABC, 20/5/12