Estefania Molina-El Confidencial
- Los intentos de ERC no han dado ningún resultado tangible desde 2018 en lo que respecta a sus reivindicaciones soberanistas
Eso es así porque el independentismo asume una de sus mayores paradojas en años. Esto es, el llenarse la boca de haber logrado un histórico 52% de los votos –en unas elecciones celebradas durante la pandemia– pero que por vez primera, ello no vaya a ir acompañado de más avances unilaterales. De un lado, desde 2017 las penas de prisión disuaden a los líderes de seguir por esa deriva, por muchas consignas de Junts en sentido contrario. Del otro, porque ERC ha logrado imponer el marco de la apuesta del bilateralismo, arrastrando a la CUP –nada menos– a la arena del pragmatismo, con una negociación en que se priorizó el eje de políticas sociales al de la independencia.
Sánchez necesita repensar su estrategia de supervivencia futura
Si bien, la realidad es que los intentos de Esquerra no han dado ningún resultado tangible desde 2018 en lo que respecta a sus reivindicaciones soberanistas. Ya fuera por el ‘impasse’ con la pandemia del covid, o por cómo Sánchez ha tratado de simultanear a ERC y Ciudadanos, el resultado de estos tres años es que los republicanos han vendido sus apoyos en el Congreso a coste cero. ERC no ha logrado el indulto o la reforma del delito de sedición, que ‘de facto’ no reclaman. Pero ERC tampoco ha logrado la amnistía, y no es de esperar que esta se dé, ya que la posición jurídica del Gobierno de España es que no es constitucional en los tiempos que corren.
Con todo, la noticia sobre que el Gobierno tendrá pronto el indulto encima de la mesa será la prueba de fuego para testar los planes reales de Sánchez, tras años de idas y venidas con el independentismo. Pese a ello, el momento político actual ha cambiado ahora para Moncloa, y eso es crucial, dado que Sánchez necesita repensar su estrategia de supervivencia futura.
Pasa que el 4-M ha puesto bocabajo el tablero político, hundiendo dos de las principales fortalezas –explicadas aquí– que hacían de Sánchez un presidente sin alternativa. La primera, la división de la derecha en 3 partidos, con la inminente refundación del centro derecha todo ha cambiado. La segunda, que Vox ya no causa el temor de 2019 entre el electorado, ni tiene aquella capacidad de movilizar a la izquierda, en un contexto de necesidad material. En consecuencia, la única fortaleza genuina que le queda a Sánchez es aferrarse al bloque plurinacional. Entre otras cosas, porque allí se encuentran una serie de partidos con los que el tándem PP-Vox no podría pactar, ni que acariciaran una eventual mayoría absoluta en 2023.
Ahora bien, el PSOE es consciente de dos factores: que ya ceda poco o mucho al independentismo, a este siempre le convendrá más apoyar a la izquierda que dejar caer a ese Ejecutivo a riesgo de que gobierne la derecha. El otro elemento es de contexto: al Gobierno le conviene ahora dar más visibilidad a los fondos europeos y a la vacuna que asumir un terremoto político de la magnitud del indulto. Todo ello, mientras en paralelo se lucha en otros frentes como las primarias andaluzas, o la negociación de las reformas que pide la Unión Europea, como la de pensiones, laboral, y subidas de impuestos
A ello se le suma otro elemento, y es qué resultados tendrá la salida de Pablo Iglesias del gobierno para los planes del independentismo. Este deja un vacío importante por la forma cómo solía actuar de argamasa que unía a Sánchez con el bloque plurinacional. Se apreció en la negociación de los Presupuestos Generales del Estado de 2021, en la que la acción de Iglesias acabó amarrado a Bildu y a ERC. No cabe duda de que el exlíder morado habría abogado por la libertad de los presos.
Si bien, los contextos complejos de Sánchez ponen en serios apuros a Esquerra, porque podrían llevar al independentismo a asumir que tan siquiera la apuesta bilateral da frutos. Hay que recordar que en 2019 Sánchez prometió a los republicanos la votación del acuerdo político que saliera de la mesa de diálogo, dentro de los márgenes de la ley. Ello se entendió como una suerte de nuevo Estatut, o reforma de leyes orgánicas. Pero nada de eso se ha materializado hasta la fecha. Es más, que ERC y Junts pacten un nuevo ‘govern’, también es un argumento que puede empujar más a la Moncloa en dirección de no ceder el indulto
Mientras el partido de Puigdemont no vaya pujante en las encuestas, ERC tiene el camino despejado en su relación con Sánche
De hecho, todo ese caldo de cultivo guarda relación con la difícil formación de ‘govern’ independentista. No solo por las duras acusaciones entre ERC y Junts en la campaña del 14-F, en su sempiterna lucha por la hegemonía. También, porque no es casual que republicanos y ‘junteros’ hayan decidido no supeditar la ‘estrategia independentista’ a sus pactos de investidura. A fin de cuentas, las proclamas de Junts sobre levantar la declaración de independencia se asumen ya como papel mojado, pese a que le puedan servir a ratos acorralar a ERC y acusarla de ‘traidora’.
Aun así, el hecho es que las fuerzas del ‘procés’ se arrojarán más pronto que tarde a un escenario de callejón sin salida ante sus bases, si Sánchez no mueve ficha. El temor a las penas de prisión y el covid pueden haber sepultado la realidad del conflicto en estos años, pero sigue existiendo en Cataluña una generación de votantes crecidos y socializados bajo el marco de la independencia, porque no han vivido otra cosa. Estos son sensibles de aflorar sus demandas, en un sobrevenido contexto de malestar o crisis económica
Si bien, la única carta por la que ERC juega con ventaja es el temor de Junts a elecciones, y la necesidad de los junteros de tocar poder y cargos, como expliqué aquí. Es decir: que mientras el partido de Carles Puigdemont no vaya pujante en las encuestas, ERC tiene el camino despejado en su relación con Sánchez. Otra cosa es que logren sacar los presos de la cárcel, algo o quizá nada.