- El ‘procés’ sigue vivo, aunque por otras vías, y el secesionismo está más fuerte que nunca, por su posición en Madrid. Quien ha sido derrotado en Cataluña es el constitucionalismo
A dos días del 11 de septiembre, fiesta nacional de Cataluña, se dice que los ánimos nacionalistas están más calmados, el desbordante entusiasmo de otros tiempos decaerá notoriamente y el número de asistentes a la manifestación disminuirá. Muchos comentaristas concluyen que se acabó el ‘procés’ desde hace tiempo y que el secesionismo está derrotado.
Mi opinión, en cambio, es que ni una cosa ni otra cosa son ciertas: el ‘procés’ sigue vivo, aunque por otras vías, y el secesionismo está más fuerte que nunca, por su posición en Madrid. Con un añadido: quien ha sido derrotado en Cataluña es el constitucionalismo, al que yo prefiero llamar sin complejos unionismo, en homenaje a Lincoln.
¿En qué me baso para dar esta opinión que ojalá fuera equivocada? En que ERC es el partido más astuto de Cataluña. Desde mediados de los años noventa, lo ha demostrado sobradamente y ha sabido dirigir, en primer plano o desde atrás, toda la política catalana. La clave está en el año 2003, cuando, para sorpresa de algunos, entre ellos yo mismo, tras las elecciones autonómicas de fines de aquel año, pudiendo ERC pactar con CiU y alcanzar una mayoría absoluta, lo hizo con el siempre ingenuo PSC para iniciar el camino de un cambio de Estatuto.
La noche electoral, tras conocerse los resultados, el candidato Maragall estaba moralmente hundido, sus asesores le habían asegurado la victoria que, ciertamente, lo fue en votos pero no en escaños, gracias al desigual sistema electoral vigente todavía en Cataluña desde los inicios de la autonomía. Al día siguiente, lunes 17 de noviembre, se reunieron Miquel Iceta y Joan Puigcercós, entonces dos avispados fontaneros de sus respectivos partidos, echaron cuentas y vieron que entre PSC, ERC e IC (más o menos la variante catalana de IU), sumaban 74 escaños, cinco más que el bloque nacionalista de CiU y ERC, que también llegaba a la mayoría absoluta con sus 69 escaños.
Hubo un par de semanas de dudas y desconcierto. Hasta entonces, las mayorías naturales estaban formadas por la suma de los dos partidos nacionalistas frente al resto, es decir, en el lenguaje del pujolismo, los partidos catalanes frente a los partidos sucursalistas dependientes de Madrid, no en el eje derechas/izquierdas. Pero el candidato de CiU ya no era Pujol sino Mas, un cambio notable.
Hasta entonces, Jordi Pujol era, además del máximo dirigente de CiU, el líder de todo el bloque nacionalista. Para entendernos, los nacionalistas de izquierdas votaban a ERC sabiendo que el presidente de la Generalitat sería Pujol, un indudable nacionalista. Pero algunas cosas habían cambiado en ERC, entre ellas, que no se le reconocía a Artur Mas lo que era indudable en Pujol. Mas ya no era el líder del bloque nacionalista sino simplemente el dirigente de su partido y, encima, muy tibiamente nacionalista.
Por tanto, aquel lunes poselectoral, el 17 de noviembre, Iceta y Puigcercós empezaron a explorar la posibilidad de llevar a cabo un pacto entre ellos (se daba por descontado que IC se sumaría), se comprometieron a sondear lo que opinaban sus dirigentes respectivos y bajo la excusa de que se trataba de un pacto de izquierdas eligieron presidente de la Generalitat a Pasqual Maragall y a su célebre tripartito. Ahí empezó la fase preparatoria del ‘procés’: enfrentarse con el resto de España para conseguir la ‘desafección catalana’, un término al que haría referencia años más tarde con enorme caradura, como si él y los suyos no fueran responsables, José Montilla, el presidente que sucedió a Maragall.
Durante 23 años, Pujol había ido abonando el terreno mediante su construcción nacional. Era el momento de dar un gran salto adelante: el pacto no era de izquierdas, como comprobaron después los socialistas, sino un pacto para forzar la independencia. La sorprendente elección de Rodríguez Zapatero como presidente del Gobierno español en 2004 —con el apoyo parlamentario de ERC, no lo olvidemos— facilitó el preámbulo del ‘procés’, que oficialmente se estrenó el 11 de septiembre de 2012, pasado mañana hará nueve años.
En todo este recorrido hasta hoy, el partido clave ha sido ERC. CiU ha desaparecido, Junts, con Puigdemont y Jordi Sànchez al frente, es lo más parecido a la antigua ERC de Colom y Rahola, la actual ERC, con el modosito Aragonès al frente bajo la sombra de Junqueras, me recuerda mucho a CiU. En definitiva, sumados los dos, son el auténtico Partido Nacionalista de Cataluña, como siempre han sido. Algunos dicen que están enfrentados, no lo creo: lo único que se disputan es el reparto de cargos.
Así pues, en Cataluña mandan, a Salvador Illa no le hacen ni caso y solo les interesa ser decisivos en Madrid. Lo que paguen en el Congreso, que no será mucho, se lo cobrarán en la famosa mesa (o mesas), con inteligencia, con su inteligencia habitual: inversiones, reducción de su enorme deuda con el Estado, cambio en la financiación, ayuda a las empresas, algunas nuevas competencias. La amnistía y la autodeterminación las dejarán para los servicios de agitación y propaganda, en la mesa lo reclamarán mil veces, pero nunca en serio: como quería hacer Mas con el concierto. Su problema es llegar a un equilibrio entre no desgastar mucho a Sánchez para no favorecer al PP y conservar su aureola de independentistas en Cataluña para no ceder el liderazgo a Puigdemont.
Pero el ‘procés’ sigue y el secesionismo no está derrotado. Los de ERC son gente seria e inteligente, tienen principios, no son de izquierdas, eso es una simple careta, son separatistas, quieren construir un Estado independiente. No lo conseguirán a menos que se hunda la Unión Europea, pero no cejarán en su empeño. Sánchez supongo que lo sabe y, en los próximos tiempos, le será muy difícil zafarse de las muchas trampas que ERC le irá tendiendo. El número de asistentes a las manifestaciones del 11 de septiembre ahora les importa bien poco. Lo que les interesa es mandar en Madrid.