EL CORREO 03/06/13
TONIA ETXARRI
Si Patxi López arremete contra Urkullu es para marcar su territorio en vísperas de la negociación con el PNV
Hoy se verán las caras después de haberse tomado el pulso durante meses. En público y en privado. El PNV y el PSE se conocen tanto después de haber gobernado juntos durante 14 años y de haberse mantenido enfrentados durante el mandato de Patxi López que, ahora, los dos quieren atribuirse el mérito del acercamiento. Que, en realidad, es lo que menos le importa a la gente. El PNV ha tardado en reconocer que necesita apoyos y se equivocó al creer que los socialistas correrían a su lado al primer chasquido de dedos. Pero el PSE se ha percatado de que su estrategia de tensar la cuerda para dejar en evidencia la soledad del lehendakari Urkullu corría el riesgo de no ser entendida por la ciudadanía, que está pidiendo a los políticos que nos resuelvan los problemas en vez de crearlos. La duda está en si vamos a asistir a un ensayo para un pacto de mayor calado, a medio plazo, o si simplemente se trata de un acuerdo etéreo que, más allá de la fiscalidad, no pueda concretarse en una alianza más estable.
En estos seis meses de gobernanza bloqueada, los dos partidos han ido marcando territorio. Para llegar a los prolegómenos de la reunión de hoy, antes se han enseñado los dientes. Los socialistas dejaron a Urkullu solo con sus presupuestos, mientras el nuevo Gobierno vasco prescindía de ocho trabajadores vinculados al PSE (seis de la SPRI) de la legislatura de López que no habían sido contratados como cargos de designación política sino a través de contratos laborales.
Al final, de la necesidad han tenido que hacer virtud. Y los socialistas han hecho un par de favores al PNV en forma de votos municipales. Muchos están persuadidos de que si el PP hubiese obtenido los escaños suficientes para darle la mayoría, el PNV habría pactado con ellos como hizo en la Diputación de Vizcaya y Álava. Pero, después de seis meses de bloqueo, ha optado por acercarse a los socialistas. Una preferencia que ya detectaron los asistentes a la cumbre del pasado 21 de mayo, según reconocieron entonces tanto UPyD como EH Bildu.
Esa percepción incomodó tanto a Patxi López que se vio en la obligación de aclarar que no tenía intención alguna en ofrecerse como «socio estable», entre otras cosas porque, en política económica, son más las diferencias que las coincidencias lo que está manteniendo este pulso entre los dos partidos. Desde entonces ha habido aproximaciones. Y los socialistas, que están muy interesados en vender este cambio de actitud del PNV como un triunfo propio, quieren comprobar su disposición sobre la reforma tributaria y sobre la capacidad que otorgan al Parlamento para decidir sobre la reforma fiscal. «Si hubiese voluntad», dicen, «se discutiría más adelante el entramado institucional», pero, en todo lo demás, «vamos a estar enfrentados». Y el PNV, por su parte, matiza que la iniciativa de la reunión corresponde a su partido, obviando que, al final, ha terminado por reconocer que no basta con llegar al poder de Ajuria Enea para dirigir este país. Que es preciso contar con una mayoría en el Parlamento que aún no tiene.
Ayer Patxi López volvió a endurecer sus posiciones. Pero los políticos suelen perderse en la publicidad de sus mensajes, como se lamentaba este fin de semana el expresidente del Congreso, el socialista Manuel Marín, al decir que «ahora, el discurso político se cambia por los canutazos» (Declaraciones a pie de micro para las televisiones). Urkullu va corrigiendo las formas. La reunión de hoy será en el Parlamento, después de haber sido criticado por buscar foros paralelos a la Cámara vasca. Y, esta vez, a diferencia de la Cumbre del 21, con foto.
Pronto sabremos si, en medio de la maleza del intercambio de datos informáticos entre las tres Haciendas, no se pierden en la revisión del entramado institucional y se olvidan de que el PNV, contradiciendo al Gobierno de Urkullu, acaba de anunciar la presentación de una ley para derogar la fiesta del Estatuto de autonomía, el 25 de octubre. Por ejemplo.
Desde que el acercamiento entre los dos partidos ha ocupado las portadas de los periódicos, los socialistas han detectado cierta inquietud entre sus seguidores acerca de las condiciones sobre las que se podría tejer un acuerdo con el PNV. ¿Habrá contraprestaciones institucionales y de poder real? Por eso ayer Patxi López aprovechó la Fiesta de la Rosa para endurecer su mensaje y aclarar que no habría un gobierno de coalición. Desde luego no van a ser tan desinteresados como lo fue el PP de Basagoiti con ellos en el caso de que el PSE decidiera, a medio plazo, apoyar al nuevo Gobierno vasco en parte de sus actuaciones.Pero ayer, de entrada, arremetió contra Urkullu al considerarlo «incapaz» de llegar a entendimientos con nadie en el peor momento económico de la historia de Euskadi. Que es una manera de marcar el territorio en la antesala de la negociación. Entre sus próximos está instalada la convicción de que López no desea estar en el próximo experimento de «transversalidad» con los nacionalistas. Si se diera, lo dejaría para su relevo en el partido una vez que encamine su carrera política a nivel federal. La dureza de su actitud con el Ejecutivo de Urkullu, ademas de la estrategia negociadora, responde a su interés de poner alto el listón socialdemócrata para marcar el terreno de la que podría ser su oferta electoral en las primarias de su partido.