El autor analiza el papel que ejerce el PNV en la política nacional y cómo los nacionalistas vascos podrían estar anticipando un cambio de eje en la política nacional.
Podremos estar en desacuerdo con la y con lo que representa el PNV en la política nacional. Pero faltaríamos a la verdad si no reconociéramos que este partido es, hoy por hoy, el mejor engrasado del panorama político español.
Y eso se evidencia en el hecho de que el PNV está en el meollo de todo lo que pasa en la política española. Y qué decir de la vasca.
Esto ha sido así desde el inicio de la Transición. Pero, más específicamente, y para lo que ahora nos interesa, desde la víspera del 1 de junio de 2018. Cuando de la reunión del órgano directivo del partido (el Euskadi Buru Batzar, formado por una serie de personas perfectamente desconocidas para la inmensa mayoría de los españoles) salió la decisión de tumbar el Gobierno de Mariano Rajoy.
Tampoco se puede decir que el PNV haya gozado siempre de ese orden interno (y de esa influencia nacional) que tiene ahora. Por su dirección han pasado personalidades tan turbulentas como Garaikoetxea, Arzalluz e Ibarretxe, que han hecho crujir las cuadernas del partido.
Pero sí lo han conseguido con los dos personajes (tan aparentemente pedestres y grises) que lo encabezan ahora. Andoni Ortuzar desde el partido e Iñigo Urkullu desde el Gobierno vasco. Sin olvidarnos de la influencia en la sombra de Itziar Atutxa, la todopoderosa jefa del partido en Vizcaya, casada con Aitor Esteban, delegado en Madrid.
Existe también un simbolismo ideológico eficaz, y fácil de mantener, que se basa en conmemoraciones sucesivas a lo largo del año alrededor de la figura mítica de Sabino Arana. Personaje nefasto para la convivencia en el País Vasco, pero insustituible para mantener la cohesión del partido. Un personaje sin florituras teóricas y con efectividad sobre la militancia.
Nadie en el País Vasco, en fin, entiende o admite que el PNV es un factor de estabilidad para la política nacional
Esta tranquilidad interior le otorga al PNV una capacidad para mirar a medio y largo plazo que los demás no tienen, sumidos como andan en turbulencias internas.
¿Se puede dar estabilidad a la política nacional cuando tu objetivo político confeso es dinamitar desde dentro la unidad del Estado?
Si cuanto peor en España mejor para el PNV, ¿por qué Ortuzar se queja, como hizo hace poco, de lo negativos que han sido los nuevos partidos, Unidas Podemos, Ciudadanos y Vox? Partidos a los que acusa de bajar el nivel de la política nacional. ¿Qué le puede importar a él eso, si las pocas transferencias pendientes van viento en popa?
Todos en España entendieron que la decisión del PNV de tumbar a Mariano Rajoy en 2018 fue la clave de este episodio clave de nuestra historia política reciente.
Pero créanme si les digo que, dentro del País Vasco, la opinión general era otra entonces y que se buscaban mil excusas para argumentarla. Hasta tal punto está el votante nacionalista convencido de que lo del PNV sólo consiste en barrer para casa. Nadie en el País Vasco, en fin, entiende o admite que el PNV es un factor de estabilidad para la política nacional. Aunque, efectivamente, sea así del Ebro para abajo.
La posición preeminente del PNV en el ámbito vasco, incluso cuando no disfruta de una mayoría absoluta, se basa en algo que se ignora de forma sistemática en el resto de España. Si los partidos de ámbito estatal atacaran por ahí al PNV, este lo pasaría muy mal. Pero no saben hacerlo.
Me refiero a su manejo magistral del arte del puenteo de los políticos locales.
Con las transferencias pendientes ya en vías de negociación, se produce el acercamiento del PNV al PP de Pablo Casado
Son múltiples y legendarios los ejemplos de esto. El último, con motivo de la reciente visita de la flamante vicepresidenta del Gobierno Yolanda Díaz, que vino a engrasar el llamado bloque de investidura y que visitó al PNV en su sede central de Bilbao, la Sabin Etxea.
¿Qué le hubiera impedido a Yolanda Díaz hacerse acompañar por la secretaria general de Unidas Podemos en Euskadi, Miren Gorrotxategi?
La misma Miren Gorrotxategi que puso como eje de su última campaña electoral para las autonómicas una alianza de izquierdas entre PSE, EH Bildu y Unidas Podemos. Su objetivo era arrebatarle al PNV su posición de privilegio pasando por encima de los lazos históricos que ensamblan las políticas del Partido Nacionalista Vasco y el PSE. Para ello contaba con el apoyo entusiasta de EH Bildu.
Ni a Yolanda Díaz ni a ningún otro político de ningún otro partido de ámbito nacional se le suele ocurrir en estos casos convocar a su representante local a este tipo de reuniones. Nada molestaría más al PNV que así lo hicieran.
Pero nadie lo hace. Y así es como el PNV presume de negociar sólo con los primeros espadas y no con los políticos que los partidos nacionales ponen aquí.
El movimiento clave en la actuación política reciente del PNV se produjo antes de la salida de Pablo Iglesias del Gobierno. Las tiranteces entre Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y sus ministros respectivos eran continuas. El PNV se quejó de que esto no podía seguir así. En ese momento, y con las transferencias pendientes ya en vías de negociación, se produce el acercamiento al PP de Pablo Casado y se retoman unas relaciones congeladas desde el verano de 2018.
Vox es la única formación con la que jamás negociaría el PNV, que tiene tragaderas para todo lo demás
El PNV dice que así se ayuda al PP a centrarse y se le ponen las cosas más difíciles a Vox. ¿Pero hay que creerles? Lo cierto es que a la única representante de Vox en el Parlamento vasco se le han puesto todas las dificultades posibles con el objetivo de disminuir su capacidad parlamentaria. No la pueden ni ver. Y lo mismo ocurre con el partido madre de Santiago Abascal. Vox es la única formación con la que jamás negociaría el PNV, que tiene tragaderas para todo lo demás.
Como segunda clave está su rivalidad de siempre con EH Bildu. Cuando, por mediación de Pablo Iglesias, se creó una red de complicidades entre Unidas Podemos, ERC y EH Bildu para apoyar al gobierno de coalición de Pedro Sánchez (la causa de que todas las semanas haya acercamientos de militantes de ETA a prisiones próximas al País Vasco) el PNV empezó a sentirse particularmente incómodo.
Su rival de siempre en el País Vasco, la izquierda abertzale, potenciada electoralmente desde el fin del terrorismo de ETA, empezaba a tener influencia en Madrid. Algo insólito en un partido que sueña con dar el sorpaso al PNV algún día.
El papel actual de EH Bildu como aliado de Pedro Sánchez escuece particularmente en Sabin Etxea. Eso nunca le pasaría al PNV con el PP. Pero, claro, el PP está lejos de gobernar.
Y si lo hace con Vox, peor todavía.
*** Pedro José Chacón Delgado es profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV/EHU.