Del Blog de Santiago González
El varapalo del TSJM al Gobierno que preside el doctor Sánchez ha sido mal recibido en Moncloa y se ha respondido como se suele ante las resoluciones judiciales que no son favorables, tratando de que el después sea exactamente igual que el antes.
Ayer, aunque era un empeño improbable, Ayuso pedía a Sánchez tiempo y negociación, pero el interlocutor no estaba por la faena. El único sentido de los acuerdos para él es el amén del interlocutor, para lo que expuso a Díaz Ayuso tres posibilidades, escenarios, dicen ellos, los tres con el mismo resultado: A) que el Gobierno autonómico aplicase la L.O. 3/1986 de 14 de abril de Medidas Especiales en Materia de Salud Pública. El Gobierno despreció esta ley para aplicar el estado de alarma con seis prórrogas en primavera. B) que el Gobierno de la Comunidad pidiese a Moncloa la aplicación del estado de alarma. C) El estado de alarma lo aplica Sánchez por el artículo 33.
El doctor no tenía tiempo ni paciencia: “hay que proteger la salud pública ya”. No parece un mal argumento salvo por un pequeño detalle. Las medidas que había adoptado Díaz Ayuso estaban dando resultados favorables, no como para galas pirotécnicas, pero sí apreciables. El doctor Fraude no ha tenido en cuenta que la incidencia del Covid 19 ha progresado desde su aplicación (implementación dirían esta cuadrilla de cursis) hasta el punto de pasar de los 850 casos por 100.000 habitantes a ponerse por debajo de la cifra mágica de 500 casos en apenas dos semanas, exactamente a 465, según dijo el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida.
Illa, ese tipo que se ha puesto a gestionar la Sanidad con sus estudios en Filosofía y sus buenas ganas de presidir la Generalidad no está de acuerdo, pero en esto, como en todo, hay que plantearse quién le merece a uno más credibilidad. Moralmente, Illa está en el nivel medio de la casa, es decir, bajo mínimos. Y respecto a la mentira no digamos, nivel Sánchez-Iglesias. Él fue el que sostuvo (e hizo sostener al jefe) el argumento del comité de expertos para no permitir la progresión de grado a Madrid, un comité de expertos que no existía, como se vio obligado a confesar a finales de julio. Se lo había inventado él.
A mí me impresiona mucho el ministro de Sanidad que tiene referente cinematográfico: El miércoles pasado moría el cineasta Francesc Betriú, alguna de cuyas películas considero de interés. La primera de ellas, ‘Corazón solitario’ estaba protagonizada por el actor francés Jacques Dufilho y arrancaba en un funeral en el que Dufilho tocaba el órgano. Tenía el hombre un aspecto tan triste que a la salida todos los asistentes le daban el pésame. Era igual que Salvador Illa, aunque sin gafas.
La presidenta Díaz Ayuso tiene dos problemas: uno es Pedro Sánchez y otro es su socio, Ignacio Aguado, que ya se había mostrado partidario de Sánchez en este terreno. La ofensiva contra Madrid nada tiene que ver con la salud. Es política. A ver si hay lo que tiene que haber para aplicar el estado de alarma a Navarra, la comunidad más afectada de España. No hay, porque no le dejaría EH Bildu, aliado presupuestario. Es un buen momento para que Ayuso convoque a los madrileños a las urnas. Y a las madrileñas, no faltaba más.