Estado de alarma

IGNACIO CAMACHO-ABC

  • La moción testimonial es una mera salva sin eficacia. Pero lo que no puede ocurrir es que en su lugar no haya nada

En este momento hay muchas más razones objetivas para una moción de censura que cuando Sánchez presentó la suya. Si fuese por merecimientos no haría falta esperar a la voladura del Código Penal en ciernes: los engaños de este Gobierno, el fracaso de su gestión y el sectarismo de sus leyes merecen una censura perenne, aunque sea inviable en la práctica derribar al Gabinete porque lo blinda una mayoría parlamentaria sostenida –otro motivo más– sobre un pacto con delincuentes. Pero la certeza de que se trata de un gesto estéril obliga a la oposición a calcular las consecuencias de un eventual efecto contraproducente para sus propios intereses. Un error de evaluación táctica podría acabar reforzando la posición del presidente.

Feijóo, que no deja de ser un conservador nato, ha optado por no arriesgarse: las encuestas lo siguen dando como ganador claro y parece preferir la contemplación pasiva del desgaste del adversario aun a costa de decepcionar a una parte de su potencial electorado. Quizá haya aprendido de los debates en el Senado que el jefe del Ejecutivo siempre tiene un truco ventajista a mano y que carece de escrúpulos para usarlo. Tal vez se sienta inseguro fuera de su zona confortable y tema que un tropiezo le reste posibilidades de avanzar y deteriore su buena imagen de gestor serio y responsable. En rigor estratégico, el ‘tempo’ idóneo de la moción sería después de las municipales… siempre que las gane; entonces podría entonar un «váyase, señor Sánchez» desde la autoridad de quien ha conquistado una mayoría social en la calle.

Pero esa cautela ¿gallega? con que está midiendo sus pasos para no cometer fallos no puede llevarle a desoír el estado de inquietud de millones de ciudadanos que demandan respuestas a su candidato. En una situación como la actual, de desguace institucional y de desarme del Estado ante las exigencias separatistas, el partido de la alternativa tiene el deber de hacerse notar con mayor beligerancia política. De tomar la iniciativa en el debate y situarse en primera línea, no a la espera de que la victoria ruede a sus pies como una fruta caída. El PP tiene un problema de peso específico; detrás del líder aún no se percibe un equipo capaz de enfrentarse a un rival experto en la construcción de argumentos narrativos, esa clase de comunicación que estimula a los votantes y activa sus vínculos de confianza en momentos críticos. La impresión general es que, en medio de una coyuntura perturbadora, la principal fuerza del centro-derecha se ha encogido.

La moción testimonial es una mera salva. Improcedente, extemporánea y de escasa eficacia. Pero lo que no puede ocurrir es que en su lugar no haya nada. Que la población liberal y conservadora no encuentre respuestas sólidas ante su razonable alarma por la voladura incontrolada del sistema legal y la estructura orgánico-jurídica de España.