Esa y no otra es la razón por la que el presidente ha decidido arriesgarse. Esa y que, tal como están las cosas en Ciudadanos y en el independentismo catalán, el Gobierno de coalición, ya sin Iglesias, no tenía garantizado que el Congreso diera su plácet a una prórroga. Sánchez no se quedó ahí. Su ración de optimismo impostado desde el atril de La Moncloa incluyó otro anuncio: que 33 millones de españoles estarán vacunados, no para el verano como prometió, sino para finales de agosto. El presidente se quita otra vez de en medio y elude liderar la próxima desescalada. Y lo hace guardándose las espaldas. Si no llegan vacunas suficientes a tiempo, la responsable será Europa. Si hay dosis pero no se cumplen los plazos de vacunación las culpables serán las autonomías.
Pero si las cosas no marchan y se deben seguir adoptando medidas restrictivas, las comunidades van a tener más que problemas para limitar derechos sin el paraguas del estado de alarma. Y el culpable será Sánchez. Comprensible el enfado de Urkullu, entre otros. Tormentas en España y decepciones desde Europa al constatarse, de nuevo, cómo el sueño de la Unión sigue resquebrajándose para alegría de Moscú, Pekín y Washington. Ejemplo uno: el llamado ‘sofagate’. El desaire que sufrió la presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, orquestado por el líder turco, Tayyip Erdogan, ante la incomprensible inacción del presidente del Consejo Europeo. Charles Michel debe irse o ser cesado. Ya. Pero si grave fue lo ocurrido en Ankara, aún lo es más que Alemania haya decidido romper la unidad europea y comprar por su cuenta la vacuna rusa Sputnik V. La locomotora europea causa otra fenomenal grieta en la imagen de la UE. Lo hace por razones sanitarias, sí. Pero posiblemente también por inteseses económicos vinculados, por ejemplo, con el gas ruso. Por cierto que Rusia es uno de los grandes países con un menor porcentaje de población inoculada.
A todo lo anterior sumen aquí la enésima denuncia de falta de colaboración del Gobierno Urkullu con el tribunal que investiga el escándalo de las oposiciones de Osakidetza. No descarten la adopción de medidas judiciales extraordinarias. Y, sobre todo, el preocupante reconocimiento por parte del Ejecutivo de Vitoria de su incapacidad para evitar tumultos como los que originaron unos cuantos cientos de descerebrados con camiseta del Athletic en las horas previas a la final de Copa que ganó la Real. Si los mandos políticos de la Ertzaintza (PNV) no son capaces de que este Cuerpo garantice la seguridad ciudadana, primero con medidas preventivas y luego, si hace falta, coercitivas, alguien ya debiera haber dimitido.
¿Entienden mi tremendo estado de decepción?