IGNACIO CAMACHO – ABC – 20/01/16
· Rajoy parece ensimismado en una moral de derrota. Sin ánimo para defender su razón frente a la aritmética del sectarismo.
Amedida que su mayoría relativa de diciembre se le hace más corta, jibarizada por la fragmentación del Parlamento, Mariano Rajoy parece más ensimismado en una cierta moral de derrota, envuelto en el hieratismo estatuario que ha caracterizado su mandato. Lejos de contestar a la visceral negativa de Pedro Sánchez con una ofensiva de opinión pública en torno a una propuesta reformista de pactos, el presidente se reserva para una amarga sesión de investidura que más bien puede ser la de su despedida.
Estigmatizado de antemano por la izquierda, ha encajado ese irracional rechazo con la impavidez estoica de quien se enfrenta a una catástrofe natural. Su pesado manejo de los tiempos contrasta con el dinamismo efervescente de un rival más decidido que él a luchar por su supervivencia política. Sólo el fracaso de Sánchez en sus negociaciones a varias bandas le otorgaría al todavía jefe del Gobierno la oportunidad de un desquite electoral que acaso tendría que abordar desde un estado de ánimo decreciente, perplejo por el escaso eco de lo que considera una gestión económica salvadora, cuestionado en silencio dentro de sus propias filas y quizá dolorido por la tardía comprensión de su falta de diligencia comunicativa.
Es sorprendente que en un momento así, cuando la estabilidad de España depende del zascandileo saltimbanqui de un líder del PSOE dispuesto a aliarse con toda clase de fuerzas rupturistas, tanto las que pretenden fracturar la integridad territorial como las que aspiran a la revancha social, el marianismo permanezca impávido a la espera de que se consume lo que hasta para muchos socialistas representa un disparate político.
Sin agitar a sus sectores de apoyo, sin salir a defender los principios del moderantismo, sin batirse en campo abierto por su concepto de país. Sin intentar siquiera con Ciudadanos, un partido alimentado de sus exvotantes, la aproximación básica de quienes comparten una idea de nación alejada de aventurerismos y radicalidades. Sin disputar apenas en el debate público la legítima batalla de su razón moral frente a la aritmética excluyente del sectarismo.
Esta suerte de estado de shock conduce al presidente y a todo el PP a un linchamiento. Incluso en la improbable hipótesis de que Rajoy se apartase en el último minuto, y en el aún menos verosímil caso de que el PSOE aceptase el movimiento, las opciones de futuro de la derecha quedarían severamente lesionadas para mucho tiempo.
Bien cierto resulta que esa situación es la consecuencia de un mandato tan abrasivo como raquítico de políticas y de convicciones, cuya verdadera dimensión dramática tal vez el presidente esté ahora comprendiendo. Qué áspero sabor deben de dejar en estos días las proyecciones optimistas del FMI sobre la economía española. Como ganar la Supercopa en verano y llegar al final de la temporada con el único balance de un lejano éxito arrumbado.
IGNACIO CAMACHO – ABC – 20/01/16