Antonio Robles-Libertad Digital

  • La amenaza del charnego agradecido deja en cueros el falso apaciguamiento de Sánchez, el de la paz social de Cataluña.

Gabriel Rufián acaba de advertir a Pedro Sánchez que ERC «subirá el precio» del independentismo si quiere volver a ser presidente. En espera de que Puigdemont y su corte de los disparates apuesten más alto, Bildu y Sumar se han apuntado al abordaje.

La amenaza del charnego agradecido deja en cueros el falso apaciguamiento de Sánchez, el de la paz social de Cataluña. Confunde paz social con silencio, diálogo con chantaje, apaciguamiento con rearme, desjudialización de la política por impunidad. O no conoce en absoluto al independentismo catalán o es un mentiroso compulsivo dispuesto a cualquier cosa con tal de seguir un rato más en la poltrona.

Esa infame distorsión de la realidad a costa de indultos, eliminación del delito de sedición y rebaja de penas a delincuentes políticos por malversación, ni fue la causa de esta falsa paz social en Cataluña, ni será la última cesión a los independentistas si no quiere que el simulacro de paz revele su verdadera cara. Ahora mismo, mientras se pasea ufano por los medios repitiendo el mantra, están diseñando las próximas reclamaciones. La amnistía y la convocatoria de un referéndum de autodeterminación fue la exigencia que hizo Pere Aragonés en noviembre del 2022, bajo un «acuerdo de claridad»; y ayer ERC y Bildu advirtieron formalmente que si Pedro Sánchez quiere volver a tener su apoyo en una eventual investidura tras el 23-J le exigirán el Estado plurinacional y la autodeterminación. El sector catalán de Sumar ya se ha unido a la reivindicación del referéndum. ¡Ojo! Con el eufemismo de «acuerdo de claridad», Aragonés trata de ampararse en la legitimidad democrática que inspira la «Ley de Claridad del Canadá», alterando su contenido y manipulando sus condiciones.

El escenario legitimador de ese referéndum (no se dejen engatusar tampoco por el eufemismo de «consulta») será la «Ley de Claridad del Canadá», propuesta de referéndum del Parlamento Federal canadiense en el año 2000 para resolver definitivamente el conflicto independentista de Quebec.

Esta Ley de Claridad es uno de sus últimos itinerarios internacionales para acogerse a sagrado. Pujol se amparó en la independencia de Lituania en los noventa, después en la de Montenegro, siempre a los referendos de Escocia, y ahora a Quebec. Por enredar que no quede.