ABC 09/02/14
· Artur Mas no renuncia a la consulta, pero las quejas de los empresarios y los «vaivenes» con la fórmula dibujan un panorama de desesperación en CiU.
· La alternativa La tesis de CDC es clara: mejor con nosotros que con ERC, mejor tolerar una consulta que una ruptura El «sorpasso» Con el soberanismo estancado, sin el PSC, Mas asume que la dinámica actual solo ayuda a ERC.
Desde la Diada de 2012, el ánimo entre las filas soberanistas ha oscilado según soplaba el viento: tras las manifestaciones de 2012 y de 2013, gran inflamación patriótica y el anuncio de la independencia inminente. Después de los rotundos pronunciamientos llegados de Europa, la firmeza del Gobierno y el fracaso internacional, un evidente decaimiento y el intento por parte de la Generalitat de reconducir el «proceso», de buscar una salida, aunque sin renunciar a la consulta.
«Estamos en este punto. Artur Mas sabe que se ha metido en un lío, su preocupación es evidente, pero está atrapado entre dos fuegos, el pacto con ERC y la negativa del Gobierno», señalan a este diario fuentes conocedoras de los movimientos internos dentro de CiU. Dirigentes políticos que han estado en contacto directo con el presidente catalán en las últimas semanas señalan que a Mas se le ve «muy preocupado porque sabe que él mismo, su partido, y el conjunto de Cataluña pueden salir mal parados».
En este contexto se interpreta en medios políticos el viaje de Francesc Homs a Madrid esta semana, sus reuniones con empresarios pidiendo que hagan de intermediarios con el Gobierno y el hallazgo de una inédita fórmula para salir del atolladero, la doble consulta. Primero en Cataluña, con carácter no vinculante, y luego en el conjunto de España, para validar el cambio constitucional, una solución imposible pero que sirve al menos a la Generalitat para presentar una cara menos frentista.
Estupor en ERC
El movimiento de Homs, más cuando a él se le señala como el más exaltado entre los soberanistas, quien empuja a Mas hacia adelante, ha causado estupor en las filas independentistas, principalmente en ERC, donde ven cómo de la noche a la mañana CDC extiende el «derecho a decidir» al conjunto de España. Por si había dudas, ERC ya ha advertido de que no tolerará que se rectifique el rumbo fijado.
La amonestación que el presidente de la Generalitat hizo a Homs —«la decisión de lo que tiene que ser Cataluña corresponde a los catalanes»— debe leerse en clave interna, para apaciguar a ERC, no tanto como una diferencia de criterio entre ambos.
Así, entre los partidos catalanes se tiene la sensación de que en CDC se está produciendo un viraje. Si hasta ahora se daba por descontado que Mas y Homs estaban dispuestos a sacrificar el partido en aras de seguir adelante con el proceso —a partir del previsible «sorpasso» de ERC en unas autonómicas anticipadas en clave plebiscitaria—, ahora ya no parece tan claro. Una cosa es apoyarse en Junqueras; y otra entregarle en bandeja la presidencia, se asume en CDC, más cuando la hipotética recompensa del Estado propio tampoco está tan clara.
Sin el apoyo del PSC, con el apoyo a la independencia estancado en las encuestas, en el partido de Mas se asume que la dinámica actual solo conduce a una victoria electoral de Junqueras. Nada más.
Y con la amenaza de una posible victoria de ERC en unos comicios adelantados, los empresarios empiezan a desempeñar un papel determinante. Los pronunciamientos públicos de los Fainé, Oliu o Rossell en favor de una salida pactada anticipan el pánico empresarial a una victoria republicana, incluida la amenaza del propio Junqueras de «paralizar la economía» como elemento de presión política. El planteamiento que Homs ha hecho a los empresarios, y que por extensión se hace llegar al Gobierno, parece claro: mejor con nosotros que con ERC, mejor tolerar una consulta que exponerse a una declaración unilateral de independencia. Es la advertencia que ha lanzado históricamente Josep Duran Lleida (UDC), y que él mismo habría transmitido en su reciente encuentro con la vicepresidente Soraya Sáenz de Santamaría.
La principal duda con que se especula en medios políticos es si no es tarde ya para encauzar la situación, para negociar. Alimentados por la propia propaganda, una parte importante de la población catalana ya no ve otra cosa que el Estado propio, y es la presión en la calle la que ha acabado por arrastrar a CiU a la insostenible situación actual. La preocupación, y el nerviosismo, que denotan los últimos movimientos en CiU dibujan un panorama de desesperación.
ABC 09/02/14