Joseba Urrosolo Sistiaga-El Correo
Hace más de diez años que algunos presos comenzamos a dar pasos en lo que luego se conoció como ‘vía Nanclares’. Era un marco que facilitaba la aplicación de la legalidad penitenciaria en los casos en los que había un desmarque de la actividad de ETA, un reconocimiento del daño causado y la solicitud de traslado a la cárcel de Nanclares. Todo esto estaba prohibido dentro de la política penitenciaria que la izquierda abertzale imponía a sus presos.
Después incluso de desperdiciar toda posibilidad de un final negociado o acordado, qué difícil se hacía plantear algo tan evidente como que ETA debía desaparecer, que el final de ETA debía estar acompañado de una reflexión necesariamente crítica de nuestro pasado. Qué difícil cuando los comisarios políticos salían constantemente en los medios de comunicación asegurando que era imposible que ETA desapareciera mientras hubiera presos en las cárceles. Desperdiciaron ocho años alargando gratuitamente el desarme y la desaparición de ETA. Con mucha pompa y escenificación para su parroquia y decepción para quienes esperaban algo más que ayudara a cerrar heridas y recuperar la convivencia.
Y así siguen. Se empeñan en afirmar que la izquierda abertzale ya hizo la autocrítica cuando en el Kursaal hicieron referencia al dolor añadido que hubieran causado con su actividad política y de manera no intencionada. Como si el causado de manera intencionada fuera solo responsabilidad de otros. La ponencia Oldartzen y la socialización del sufrimiento se debatieron y se apoyaron en las asambleas de la izquierda abertzale en los pueblos. Por eso es tan importante que esa responsabilidad se asuma y no se la dejen solo a los presos.
Como si no fueran conscientes de la difícil situación en la que les han dejado abandonados, siguen tratando de afrontar el tema de los presos desde los fuegos de artificio, mareando la perdiz, sin ir al fondo del problema. Incluso banalizando con ocurrencias como que «nunca dijeron que matar estuviera bien».
Para ello se ponen en marcha toda una serie de movimientos como Sare, Foro Social… controlados por Sortu, por militantes de Sortu, cuyo único objetivo es difuminar la responsabilidad de Sortu y escenificar que se dan pequeños pasos, que se hacen cositas. Parece que tiran del carro, pero tan despacito que frenan conscientemente la corriente positiva que hay en la sociedad para superar los errores del pasado.
En un reciente escrito (‘Otra política penitencia: humana y legal’, EL CORREO, 2-3-20), Joseba Azkarraga en nombre de Sare frivolizaba sobre los resultados de la política de dispersión de la que él mismo fue parte con la ‘vía Azkarraga’. Decía que no se consiguió que los presos se alejaran de ETA, que no hubo «desertores», que no hubo «defección», salvo unos pocos casos. Todo muy épico, hasta para elegir los conceptos que ETA utilizaba con sus disidentes. Como si las palabras de Yoyes sobre el derecho a discrepar y usar de su libertad no le sonaran a nada. Como si en realidad no hubieran tenido que hacer desaparecer a ETA, «porque les sobraba y estorbaba», entregar las armas a la Policía y terminar solicitando a nivel individual un tratamiento como presos comunes.
Como para frivolizar con ese tema. Además, ni fuimos tan pocos en tantos años, ni era la dispersión sino la discrepancia la que nos alejaba de ETA. Ni se puede obviar la presión social que se ejercía sobre presos y familiares, y el coste que tuvo, para evitar que el preso decidiera por sí mismo sobre su pertenencia a un colectivo, sobre su libertad para expresar sus discrepancias y también sobre los beneficios penitenciarios a los que tenía derecho.
Ahora, a los que siguen en la cárcel les dicen que ánimo, que sigan fuertes, que ya no es un deshonor solicitar el cambio de grado, ni trabajar en la cárcel, ni salir de permiso, que lo intenten, que ya no tendrán que soportar los insultos, las campañas de desprestigio y el acoso social a los que el entorno de la izquierda abertzale sometía a los que lo hacían.
Pero no les facilitan lo imprescindible. Porque, como decían los responsables del tema de presos en Sortu, ellos están «a otra cosa». De momento, a evitar lo fundamental: la reflexión crítica y ética sobre todo el sufrimiento injusto que causamos desde el mundo de ETA. No solo sus militantes.