FUNDACIÓN FAES – 25/03/17
· “ETA anuncia su desarme y le pone fecha. Esta vez han sido unos supuestos “portavoces de la sociedad civil” los emisarios, o ventrílocuos, de la banda. La patética escenificación de 2013 parece haber enfriado el entusiasmo mediador de Manikkalingam y su “Grupo de Verificación”. Desde aquel fiasco, que comprometió también al Gobierno vasco y a su Secretaría General de “Paz y Convivencia”, ETA parece delegar su portavocía en elementos que tiene más a mano.
Parece claro que el 8 de abril asistiremos a una nueva escenificación de ETA con el mismo propósito de siempre: la pretensión propagandística de enmascarar su derrota, con independencia del volumen del arsenal que, eventualmente, se exhiba. El mensaje es mercancía muy conocida: debemos atribuir el final de una campaña terrorista prolongada durante medio siglo a la buena disposición de los terroristas. A partir de aquí, también era previsible el coro de voces que acusaron recibo del anuncio. El partido de Podemos para, sin mayor dilación, reclamar del Gobierno cambios en la política penitenciaria. La ‘izquierda abertzale’ legalizada saludando la noticia como pórtico triunfal del “nuevo tiempo”. Alguna prensa intimando al Gobierno a “no estorbar”. El Gobierno vasco emplazándole a “estar a la altura”.
La reacción del Gobierno ha sido la pertinente. El presidente Rajoy dejó claro que no habrá contrapartidas (“no daremos nada”) y el ministro del Interior acertó a puntualizar que “lo más importante es que la marca de ETA desaparezca para siempre, es la disolución de la organización terrorista lo que sigue siendo el elemento clave”.
Previsiblemente, volverán a debatirse las distintas visiones sobre el significado auténtico de la derrota de ETA: sus causas y sus consecuencias. “Estar a la altura” de este momento supondrá tener claro el marco conceptual del final del terrorismo. Lo que nos jugamos todos, instituciones y ciudadanía, es dotar de sentido el sacrificio de las víctimas, mantener intacto el acervo político de la democracia española agredida y asentar las bases de una convivencia en paz y libertad desde la decencia y la justicia.
Eso exigirá no ceder protagonismo a la propaganda terrorista. Hasta aquí hemos llegado gracias a que el Estado de Derecho hizo valer su legitimidad y su eficacia. Un eventual desarme será fruto de la firmeza del Estado, no de ninguna disposición de la banda, de ningún ‘proceso’, de ninguna intriga protagonizada por ‘hombres de paz’ con años de complicidad criminal a la espalda.
Corresponde a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado la verificación del estado en que se encuentre ETA en cada momento, de la situación de sus arsenales y de su clausura. Quedan más de trescientos asesinatos sin resolver judicialmente, sin autoría conocida. Las armas que puedan ocuparse son pruebas de convicción para aclarar estos extremos y sustanciar las responsabilidades que procedan.
Estar a la altura implica también recordar que ETA ha asesinado en nombre de una pretensión política de signo nacionalista. El final de ETA a que aspira el conjunto del nacionalismo vasco es aquél en el que queda intacto el valor político de esa pretensión, sin que la macro-victimización de más de ochocientas personas lo afecte. En este sentido, es pertinente refrescar la memoria y recordar lo recogido en la Exposición de Motivos de la Ley de Reconocimiento y Protección Integral a las Víctimas del Terrorismo: “El uso mismo de la violencia para imponer ideas en democracia envenena definitivamente éstas y convierte, medios y fines, en un todo incompatible con la libertad, el pluralismo y la democracia”.
La singular perduración en el tiempo del terrorismo etarra se explica por la complacencia y tolerancia con que algunos sectores políticos lo han contemplado y el aprovechamiento político de su existencia como argumento reivindicativo y negociador. El terrorismo ha servido, en cierta medida, para interiorizar doctrinas nacionalistas so pena de sufrir las consecuencias. Recientemente, el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo ha publicado el documento “La estrategia del miedo. ETA y la espiral del silencio en el País Vasco” en que se detalla hasta qué punto la victimización de ETA afectó al potencial electoral de las formaciones no nacionalistas en el País Vasco.
Estaremos a la altura si el recuerdo y la reparación a las víctimas, la deslegitimación de la trayectoria histórica de ETA y la exigencia hacia los que, desde las cárceles, mantienen su militancia terrorista, protagonizan este momento.
Estaremos a la altura mientras nos apliquemos a desmontar los pretextos que han dado justificación ideológica y amparo retórico a la práctica terrorista. Mientras subsista y quiera ser hegemónica la narrativa del “conflicto”, subsistirá la justificación retrospectiva de medio siglo de terror.
Estaremos a la altura mientras se persiga sin desmayo la disolución incondicional y definitiva de la banda, el reconocimiento no sólo del daño causado –evidente– sino el de su injusticia e ilegitimidad; la denuncia del aplauso a los asesinos; el recuerdo crítico del silencio y la insolidaridad que rodearon a las víctimas y a los amenazados. La verdadera paz exige señalar la destrucción y la muerte causadas, responsabilizar a los que mataron y honrar a los que murieron”.
FUNDACIÓN FAES – 25/03/17