Estar a la altura

SANTIAGO GONZÁLEZ, EL MUNDO 16/09/13

Santiago González
Santiago González

· Todos los elementos de la tragicomedia eran harto previsibles: la carta de Artur Mas a Mariano Rajoy y la respuesta de éste a Mas. No se entiende bien que al presidente le haya llevado un mes y veinte días escribir esa respuesta, pero los guiones presidenciales parecen escritos por algún discípulo aventajado de Éric Rohmer, aquel fundador de la nouvelle vague en cuyas películas «se ve crecer la hierba», al decir de Gene Hackman en La noche se mueve. El ritmo del intercambio epistolar está acorde con el tiempo de Rajoy o quizá es una meditada impostación de flema.

También estaba cantado que el presidente no iba a responder afirmativamente a la petición de Mas. Tampoco rotundamente en contra. Y que su respuesta iba a estar plagada de términos amables y carentes de aristas, como cantos rodados: consulta, diálogo y así. El honorable rebajó ayer el nivel de la interlocución al encargar la respuesta a Francesc Homs. No parece un comienzo muy prometedor para el proceso de diálogo. Si el Gobierno quisiera buscarle al portaveu del Govern un interlocutor a su altura, tendría que pensar en algún subordinado de Floriano.

Dice Homs que Rajoy no ha estado a la altura y seguramente tiene razón. El presidente ya debía de saber que no tenía respuesta satisfactoria para el nacionalismo catalán, salvo optar en la tonta y falsa disyuntiva que Convergéncia y sus socios de Esquerra han expuesto hasta la saciedad antes y después de las cartas: «sí o sí».

Tampoco ha estado a la altura Rubalcaba, al proponer nuevamente ayer, en la Fiesta de la Rosa, la solución federal, otra propuesta que tampoco está a la altura. ¿De quién? cabría preguntarse. Cuando el portavoz de Mas pronuncia «altura» dice en realidad «profundidad»; él habla desde el punto de vista del muerto, como contaba el gran Cándido de Carlos Carpintier, redactor de sucesos de ABC, que escribió «una zanja de cinco metros de altura». ¿A qué altura no ha llegado Rubalcaba? A la de sí mismo cuando el 5 de diciembre de 2010 enunció un principio básico: «Quien echa un pulso al Estado, pierde».

El cumplimiento de la ley no es una conveniencia a la que una parte invita a la otra, sino una exigencia para la que el artículo 155.1 de la C.E. faculta al Ejecutivo: «Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno (…) podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquélla al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general».

Hay ejemplos en ese Derecho comparado europeo que Carme Chacón explica en el Miami Dade College. Tony Blair, a quien Zapatero escogió como mentor europeo en su proceso de paz, suspendió cuatro veces la autonomía del Ulster. La última interrupción, decretada el 14 de octubre de 2002, duró hasta el 8 de mayo de 2007. Es decir: cuatro años, seis meses y 24 días.

SANTIAGO GONZÁLEZ, EL MUNDO 16/09/13