Miquel Giménez-Vozpópuli

  • Y no lo son porque Cataluña no lo es. Allí donde se conculca la democracia es imposible que se pueda votar de manera libre

En tierras catalanas hace mucho tiempo, demasiado, que la libertad de expresión dejó de existir. Por miedo, por cobardía, por interés, por lo que sea, pero el derecho que debe asistir al ciudadano a la hora de decir lo que piensa sin temor a la represalia no se produce entre catalanes. Naturalmente, si esto pasa se debe a dos factores: primero, la dejadez de buena parte de los propios catalanes que, bien sea porque ya les parecía bien escuchar que eran mejor que el resto de españoles, bien porque se vieron abandonados a su suerte por el estado, dejaron hacer a los separatistas una barbaridad detrás de otra; segundo, están los responsables en las instituciones que obraron de manera similar, permitiendo que la ley fuera poco más que un rollo de papel destinado al retrete con el que limpiar las deposiciones que el régimen nacional separatista producía a diario.

De ahí que a nadie debe sorprender que el propio Gobierno de la Generalidad se plantee “alargar” las votaciones del próximo domingo un día más “si no se pueden constituir un número X de mesas por la covid”, no dando resultados la misma jornada electoral. Increíble. O que ese Gobierno permita que su policía no detenga a ningún radical separatista durante las múltiples agresiones que se cometen contra Vox para “no dar una imagen represora”. O que ese Gobierno, me refiero ahora a la parte de Esquerra, invite a su mitin a Arnaldo Otegi y diga de él que “nos marca el camino a seguir”, lo que sí se interpreta desde un punto de vista histórico hace poner la carne de gallina.

Si no existe democracia en Cataluña es porque quienes deberían garantizarla aplicando la ley no lo hacen y dejan que una parte la destroce diariamente con sus actos vandálicos

Esas mismas instituciones catalanas, totalmente podridas hasta la médula por el separatismo que ya se ha ocupado estas décadas de poblarlas con fanáticos al servicio de esa ideología clasista y totalitaria, no pueden garantizar la democracia ni unas elecciones que lo sean por la sencilla razón de que solo aceptan su verdad, desprecian la ley común y pondrán todas las trabas posibles a nada que no sea revalidar su omnipresente dictadura. Mientras tanto, la delegada del gobierno, Teresa Cunillera, está muda cual estatua de sal ante los salvajes atentados contra los constitucionalistas, y nadie desde Madrid dice nada. Esto es habitual, mucho más desde que en Moncloa habita la ordinariez, la mediocridad y la apología del delito. Sánchez no va a reñir a Cunillera por no salvaguardar el orden y la integridad de quienes participen en actos de corte democrático y legal. Al contrario, si esta señora hubiera salido a la palestra a decirle a Abascal, mire, don Santiago, si los Mozos no quieren darle escolta aquí tiene usted a la Policía Nacional que para eso está, para que el espacio público sea de todos y no solo de unos, le habría caído la mundial y probablemente habría sido cesada ipso facto.

Ese es el nudo gordiano. Si no existe democracia en Cataluña es porque quienes deberían garantizarla aplicando la ley no lo hacen y dejan que una parte la destroce diariamente con sus actos vandálicos, con ese matonismo nazi, con esa impunidad que les da saberse respaldados por los despachos oficiales.

Ni les cuento en los pueblos pequeños, ni les hablo de los departamentos oficiales, ni les comento lo que pasa en el seno de las familias. Todo está destruido, todo está roto, todo está en ruinas. Ruinas morales, ruinas políticas, ruinas que no pueden ser reconstruidas porque sus cimientos se encuentran podridos por tantas décadas de abandono, de corrupción, de risitas cobardicas y cómplices. Lo repito, las elecciones del domingo no son democráticas dado que en Cataluña la democracia murió hace tiempo. Y añado que la única solución que encuentro es un 155 aplicado con dureza durante muchos años que permita arrancar de cuajo la mala hierba que lo ha fagocitado todo. Debemos hacer un reset catalán, lo que supone hacerlo también en el resto de España, detenernos y ver qué y por qué han salido mal tantas y tantas cosas. Analizar resultados y tomar medidas para que nunca más la demagogia, la violencia, el robo o el crimen puedan vestirse con ropajes demócratas y gobernarnos para instaurar su dictadura.

Aunque, siendo realista, no veré ni una cosa ni la otra. Pero es lo que debería hacerse.