ARCADI ESPADA-EL MUNDO
LA PRESIDENTA del Congreso, Ana Pastor, se queja de que la llamen institutriz. Pero hace méritos. Su decisión de retirar de las actas del Congreso las palabras «golpista» y «fascista» que se intercambian los diputados del PP y Cs y los de Esquerra Republicana no tiene otro sentido que el de contribuir a la educación o instrucción de los diputados; y esa no es la función de un parlamento ni desde luego de su presidenta. Los diputados que llaman «golpistas» a los miembros de Erc y del Pdcat tienen buenas razones para hacerlo. La calificación jurídica que merecen los hechos del Proceso está todavía por ver. Pero una cosa son los hechos y otra el tipo jurídico donde encajen. No hay un delito de golpismo en el Código Penal español. De modo que nada tiene que ver con la presunción de inocencia y la necesidad de respetarla llamar golpistas –a diferencia de llamarles rebeldes– a los que participaron en los hechos del pasado otoño, que pronto van a juzgarse. Estos hechos sucedieron a la vista de todos y culminaron en la proclamación de la independencia y de la República catalana, sin que hubiera leyes que lo permitieran, mediante la desobediencia continuada a la Constitución y a los requerimientos de las autoridades políticas y judiciales. Es semánticamente legítimo llamar golpe a esa fase final del Proceso y golpistas a sus autores. Autores de un golpe revolucionario, antes que de un golpe de Estado, porque esta última expresión, en nuestra literatura política –¡y cívica!– connota siempre con la participación de militares, inexistente en este caso. Es verdad que los golpistas no quieren ser llamados así. Pero tal aspiración no supone mayor novedad en nuestro tiempo. Tampoco los ciegos quieren ser así llamados. Ni los cojos. Ni los locos. ¿Qué es un golpista? Nada malo: solo una manera distinta de ser. Igualmente no es justo que la presidente Pastor restrinja el uso de fascista. Hoy he descubierto la curiosa acepción secundaria que da la RAE de la palabra: «Excesivamente autoritario». Hombre, yo creo que se trata de un bajo precio a pagar. Excesivamente autoritario, Espasa. Sobre comunista la RAE es más sobria: «Perteneciente, relativo o partidario del comunismo».
Por el contrario, la presidenta Pastor sí debería ser inflexible con el uso del esputo. El esputo supone echar por la boca algo que se ha arrancado de muy adentro. Algo verdadero, irrevocable. El esputo, como otras fisiologías, requiere intimidad. Un cara a cara estricto con el moco que cada uno es. Disuádalos de exhibirse: el olor a humanidad que empiezan a exhalar los políticos amenaza con hacerse democráticamente insoportable. Golpista y fascista, dicho sea con la venia.