ABC – 21/05/16 – JUAN MANUEL DE PRADA
· Al cutre de Ballester i Camps no se le ocurrió otra cosa a la postre sino copiar el triángulo de las banderas de Cuba y Puerto Rico.
Como la ikurriña inventada por los hermanos Arana, la bandera estelada tiene un origen cipayo; aunque, a diferencia de la ikurriña (que imita una bandera con mucha prosapia), el cipayismo de la estelada sea más bajuno. Lo que vuelve a demostrarnos que, cuando los hombres invocan obsesivamente la libertad, acaban siempre inclinando la cerviz ante yugos más oprobiosos o ridículos.
El separatismo siempre había visto con desconfianza la señera, cuyo origen legendario pretende que, tras una victoria sobre los normandos, el rey de los francos mojó sus dedos en la sangre de las heridas de su fiel vasallo, el conde Wifredo el Velloso, y luego los deslizó sobre su escudo dorado, convirtiendo las cuatro barras rojas sobre fondo amarillo en las armas de la casa condal de Barcelona.
Pero mucho más probable es que la señera no sea sino una supervivencia de los colores del papado, que los reyes de Aragón adoptaron como propios al declararse feudatarios de Roma. Lo que está fuera de toda duda es que los colores de la cuatribarrada están en el origen de la bandera española; y esto a los separatistas catalanes debe de repatearles mucho, pues no deja de tener su gracia paradójica que la madre a la que tanto odian haya elegido una bandera que, a su vez, es hija de su señera.
En este esfuerzo por crear una enseña que soltase amarras con la bandera española, los separatistas se inventaron la estelada. Su creación se debe a Ballester i Camps, presidente de Unión Catalanista, que de imaginación andaba más bien cortito, como los hermanos Arana; sólo que, allá donde los hermanos Arana camuflaron su falta de imaginación con una copia para daltónicos de la Unión Jack, al cutre Ballester i Camps no se le ocurrió otra cosa sino copiar el triángulo estrellado de las banderas de Puerto Rico y de Cuba, donde residió durante una temporada.
Pero, siendo penosas la falta de inventiva de Ballester i Camps y la bajura de su inspiración, mucho más grotesco es el significado del triángulo estrellado que toma de las banderas de Cuba y Puerto Rico. Pues dicho triángulo estrellado representa en la bandera cubana el anhelo de incorporarse a los Estados Unidos (que era el propósito declarado de Narciso López, el militar venezolano que la diseñó); y en la bandera de Puerto Rico representa su condición de (risum teneatis) «Estado libre asociado».
La estelada creada por el pobre Ballester i Camps, por cierto, copia hasta el color del triángulo de la bandera de Puerto Rico, que es azul como el cantón superior izquierdo de la bandera de los Estados Unidos; y, eligiendo ese color, la bandera de Puerto Rico expresa más nítidamente su adhesión al Tío Sam. Ignoro si el pobre Ballester i Camps lo sabía al crear su engendro; pero contra facta argumenta non valent, y el hecho es que el triángulo estrellado que colocó encima de la cuatribarrada expresa en origen sumisión a los Estados Unidos.
No faltan, sin embargo, historiadores que pretenden maquillar el origen cipayo del triángulo con la estrella aduciendo que se trata de un símbolo masónico, en el que el triángulo representaría al Gran Arquitecto, y la estrella de cinco puntas, la perfección del maestro masón. Sea en su origen emblema de cipayismo yanqui o de adhesión masónica, la estelada no significaría a la postre otra cosa sino el sometimiento de Cataluña a los postulados del Nuevo Orden Mundial. Y, en efecto, Cataluña –so capa del señuelo separatista– es una de las regiones españolas más diligentes (¡y ya tiene mérito!) en el cumplimiento lacayuno de los designios mundialistas. Nada más natural, pues, que la estelada sea ondeada con orgullo por las masas futboleras separatistas, que así rinden pleitesía a su verdadero amo.
ABC – 21/05/16 – JUAN MANUEL DE PRADA