¡Esto es un sinvivir! ¡No hay quien lo aguante! El pasado sábado, en estas mismas páginas, el periódico nos alegraba el fin de semana con este titular: ‘Las diputaciones batirán este año su récord histórico de recaudación de impuestos’. Espere, no se enfade, ya sé que eso supone que todo ese montón de dinero no llegará a los bolsillos de los contribuyentes, y tampoco es que confíe tanto en la bondad intrínseca de nuestros gobernantes como para suponer que esa enorme ración de euros vaya a calmar su sed de ingresos, que reconozco es insaciable. Mi ingenuidad -que es proverbial, ya lo sabe- no llega a tanto. Pero al menos me quedé con el consuelo de saber que esa noticia sólo podía estar sustentada sobre la evidencia de una recuperación de la economía en general y del empleo en particular.
Vistos así, los datos eran muy buenos y lo eran en todos los impuestos. La previsión de la recaudación en 2022 para las tres diputaciones por el IRPF es de 6.322 millones de euros, cuando estiman una de 6.088 millones para el cierre del año en curso. El Impuesto sobre Sociedades es más modesto, pero aún así pasa de 1.031 millones a 1.086; el IVA de 6.026 a 6.103 millones y algo parecido sucede en los impuestos especiales y en el resto. En total serán este año 15.578 millones, todo un récord, si bien para colmo de felicidad durará poco pues se batirá el próximo ejercicio 2022 hasta alcanzar los 16.290 millones.
Una cifra más y termino el mareo. El total estimado supera en 1.329 millones a lo presupuestado. Una desviación que se explica con facilidad, pues los cálculos fueron hechos cuando aún padecíamos los rigores de la pandemia y su final era algo deseable, pero difícilmente programable. Nada que objetar a un cálculo tan prudente.
Bueno, pues dos días después va el Instituto Vasco de Estadística, Eustat, y nos asegura que el crecimiento de la economía vasca del tercer trimestre ha sido sólo superior en un 0,8% al registrado en el segundo trimestre y un 3,8% si lo comparamos con el mismo trimestre del año anterior. La cifra sería más que buena si hablásemos de un trimestre normal, pero ninguno de los dos que entran en la comparación lo han sido. El de 2020 porque estábamos en medio de la pandemia y el de 2021 porque confiábamos en disfrutar de una sólida recuperación.
Pues no ha sido así y a mí me cuesta encontrar una razón que lo explique todo, más allá de que habrá visto que los sectores relacionados con el turismo van como motos, mientras que los industriales sufren y padecen una elevación tremenda de costes (y todavía faltan los laborales que vendrán después cuando la inflación se concrete) que aprieta los márgenes hasta los límites de la anorexia. Así que, permanezca atento a las pantallas.