IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

En el País Vasco éramos conscientes de que la crisis que amenazaba en el horizonte desde que se decretó la pandemia era un asunto muy grave. Pero, a la vez, nos sentíamos algo protegidos por el elevado peso de la industria en la composición de nuestra economía, que se une a la menor relevancia de los sectores relacionados con la movilidad personal, como el turismo y el ocio. Si las cosas se ponían feas, aquí, pensábamos, serían un poco menos feas. Pues de eso nada. El Eustat publicó ayer los datos correspondientes al segundo trimestre del año que confirman que hemos entrado en recesión. A estas alturas y dado lo que llevamos de crisis, esa afirmación ya no nos asusta, o al menos no nos sorprende, pues la teníamos más que descontada.

Lo que no esperábamos era que el desplome iba a ser tan elevado. En efecto, el PIB cayó un 20,1% y el paro subió nada menos que un 19,8%. Le recuerdo que hablamos del trimestre cerrado en junio que, lógicamente, no contempla las últimas noticias conocidas de Tubacex, ITP, etc. Para ser conscientes del dato habría que recordar que el propio Gobierno vasco, allí donde ahora vemos un 20,1% de caída, había previsto un 13,4%. Si cada previsión que hemos ido conociendo durante el confinamiento empeoraba la anterior, ahora vemos que la realidad supera a la peor de las previsiones.

Como todo es consecuencia de la caída de la demanda que hemos padecido y que ha sido provocada por el menor consumo impuesto por el confinamiento legal, antes, y por el confinamiento mental, ahora, la única solución estable es que vuelva la actividad a sus niveles normales pre-Covid-19 que, le recuerdo, tampoco eran para tirar cohetes. El dinero público, que se anuncia en cantidades nunca vistas, servirá para paliar los efectos sociales negativos y quizás consiga reanimar algo la demanda. Pero la rueda de la economía tiene que girar por sí misma y son los clientes quienes deben tirar de los proveedores. Las ayudas exteriores son eso, ayudas, pero nunca podrán sustituirles.

Esta es la situación actual. Hay muchas causas que son coyunturales y pasarán, más tarde de lo previsto, pero pasarán. Pero hay comportamientos, usos y costumbres que desaparecerán para siempre y otros que vendrán a sustituirlos. Por eso no se puede encarar el futuro con la vista centrada en el pasado y esperando sentados su repeticion. Si las crisis son oportunidades, aquí vamos a tener muchísimas. Para aprovecharlas necesitamos mucho más que dinero. Necesitamos visionarios dispuestos a identificarlas y aprovecharlas. ¿Los tenemos? ¿Sí? Pues a esos hay que ayudarles.