LUIS VENTOSO-ABC

Sánchez va a tener mucho que desenterrar…

ES el único examen de mi etapa universitaria que recuerdo al detalle, porque aquel profesor de Historia solo nos planteó una pregunta: «¿Fue Fernando VII un rey felón?». En mi respuesta abundé en la teoría de que sí. Aprobé; y es que ese monarca forma parte del Top 20 de los españoles con peor cartel de los últimos tres siglos. En solo diez años logró pasar de El Deseado a El Detestado. Todo resulta torvo en Fernando VII. Si nos pusiésemos lombrosianos, señalaríamos que su porte ya constituía el clarín de una entraña retorcida: presentaba faz de bruto, con gran nariz bulbosa y una quijada prognata, que empujaba su labio inferior hacia afuera, confiriéndole un aspecto no muy vivaz (aunque poseía cierta inteligencia maniobrera). Los ojillos eran chiquitos y huidizos; el bandullo, prominente, y los genitales, disparatados, tan abundosos que dificultaban las maniobras lujuriosas, según cotillearon espantadas algunas de sus cuatro mujeres. De carácter, se le recuerda como un desenvuelto mentirómano, también cobardón, chabacano y lascivo.

En solo 48 años de vida, Fernando VII se las apañó para engañar a medio mundo, empezando por su padre, el Rey Carlos IV, contra el que conspiró. Durante la Guerra de la Independencia, mientras el vulgo se jugaba el físico contra el francés, él permanecía retenido por Bonaparte en Valençay (Francia), después de haber caído preso como un pardillo. Lo afeaba un rasgo de carácter que distingue a muchos seres humanos mezquinos: era de los de adular al superior y pisotear al inferior. Mientras los españoles que luchaban contra los gabachos suspiraban por él como redentor de la patria, Fernando se dedicaba a hacerle la rosca al Emperador de una manera rastrera. Derrotado Napoleón por la valentía de nuestras gentes y el talento castrense de Wellington, Fernando retornó a España en 1813 en loor de multitudes. ¡Cuántas ilusiones rotas! El monarca que saludó la Carta Magna liberal con la sonada frase de «vayamos todos, y yo el primero, por la senda constitucional», se convirtió en sangriento ejecutor de liberales. También arruinó las arcas del Reino, perdió las colonias americanas e instauró un apresurado retorno al absolutismo del Antiguo Régimen. El pronunciamiento de Riego trajo el alivio del Trienio Liberal, pero Fernando llamó en su ayuda a las potencias absolutistas de la Santa Alianza y animó otra invasión francesa de España, la de los Cien Mil Hijos de San Luis. De sus diez últimos años de reinado poco hay que decir, baste recordar que se los denomina la Ominosa Década.

¿Y a qué vienen estas batallitas? Pues a un problema político urgente y de máxima actualidad. Y es que Fernando VII, con tan terrible historial contra las libertades, resulta que está enterrado con todos los honores en El Escorial. Urge por tanto aplicar la Ley de Memoria histórica, como con Franco, y exhumarlo de inmediato y poner sus huesos a buen recaudo. Recomendamos al gran Sánchez que vaya deprisa, pues este asunto crucial desvela a la nación, y saque ya de allí al Rey Felón, si puede ser en julio mejor que en agosto. A continuación, le quedan muchas tumbas ilustres por donde seguir. Exactamente tantas como ideas de gobierno le faltan.