Miquel Giménez-Vozpópuli
- Cuando Pedro Sánchez optó por el abismo era evidente que acabaríamos como estamos: destroza
La oposición se ha empeñado en jugar honestamente con unos tahúres profesionales y así no hay quien pueda ganar. Los partidarios de la convivencia, la ley, el respeto y la diferencia que se debate sin otras armas que los argumentos acuden a los combates con el bloque totalitario con el lirio en la mano y así no puede pasar nada que no sea la carga de los mamelucos. Para empezar, el Gobierno y sus apéndices execrables carecen de patriotismo, sentido del Estado y, en algunos casos concretos, de respeto por la vida humana. Son una banda, como definiera Albert Rivera, sí, pero una banda delictiva, una red de extorsión al pueblo español, una banda que actúa en su propio interés y no duda en saltarse leyes y normas con tal de conseguir sus objetivos.
Mientras Otegi insta a sus bases a aprobar los Presupuestos porque eso traerá la república vasca, esa que mil asesinados nos trajeron, esa por la que los suyos amenazaron, secuestraron, torturaron, expulsaron, acorralaron e, insistimos en la palabra, asesinaron, el PSOE niega que se esté pactando con Bildu. Hace falta no tener vergüenza, hace falta caer en la peor de las bajezas morales. El PNV, que se la ve venir, gesticula, pero los señoritos de corbata, ikurriña, ikastola y nogal saben que sus sustitutos, los proetarras declarados, están llamados a ocupar Ajuria Enea de la mano de socialistas vascos y podemitas.
Podemitas y sociatas pretenden crear un marco cultural de ciudadanos siervos, conformistas, con su odio dirigido hacia objetivos concretos, asexuados y perdidos en un laberinto de confusiones»
Ni que decir tiene que Esquerra ha logrado la cuadratura del círculo. Tras años de gobernar con CDC, la derecha más autoritaria, rancia y liberticida de Europa, Rufián ha empleado como caballo de batalla luchar contra la derechona y, singularmente, contra Vox, un partido que jamás ha dicho de nadie que tenga una tara en el ADN, que los andaluces sean personas incompletas, que los negros tengan menos capacidades intelectuales que los blancos –ahí tienen a mi querido Ignacio Garriga, pregúntenle a ver si se les cae la cara de vergüenza, rufianes– o que en los parques públicos los niños de tal sitio solo han de jugar con chavales de ese mismo lugar.
Eso, y mucho más, claro, se ha dicho desde las filas del hasta ahora socio de Esquerra. Ahora hay que blanquearse, evidentemente. Y decir que Esquerra no quiere nada con la derechona o con Cs, ya ven. Sánchez les permitirá entorpecer la situación económica de la comunidad madrileña e intentarán torpedear todo lo que puedan a Ayuso, por eso, por ser incapaces de crear en Cataluña nada que no sea odio, división, miseria y ruina. Serán los torpedos gubernamentales, con quienes comparten la envidia a quienes logran todo lo contrario en las mismas circunstancias.
Esto ya no va de democracia. Esto va de supervivencia, de la supervivencia nacional, de la de nuestra democracia y, hay que decirlo, la de nosotros mismos como individuos»
Podemitas y sociatas se proponen intervenir los medios de comunicación públicos –y los privados también, vía subvenciones y demás gabelas-, se proponen acabar con la independencia judicial cambiando la ley para que sea el fiscal quien lleve la instrucción, se proponen intervenir en la economía privada metiendo sus narices si otorgan una subvención a una empresa, pretenden crear un marco cultural de ciudadanos siervos, conformistas, con su odio dirigido hacia objetivos concretos, asexuados y perdidos en un laberinto de confusiones que les mantenga lo suficientemente ocupados como para no meterse en jardines mucho más graves.
Es un plan antidemocrático urdido y llevado a cabo por antidemócratas, que no tiene otro fin más que la destrucción de nuestro sistema constitucional, troceando España territorial, institucional y socialmente. Hay que reconocer que, al menos hasta ahora, lo están llevando a término con una exactitud a prueba de bombas. Por eso digo que esto ya no va de democracia. Esto va de supervivencia, de la supervivencia nacional, de la de nuestra democracia y, hay que decirlo, la de nosotros mismos como individuos.