XABIER GURRUTXAGA, EL CORREO 11/01/13
La izquierda abertzale está presionando equivocadamente al PNV por su posición sobre la manifestación de mañana en Bilbao. Una confrontación que desde el punto de vista partidista podrá tener su explicación, pero que resulta poco inteligente si se analiza la cuestión desde el lado de lo que verdaderamente interesa; es decir, de la colaboración activa en el ámbito político e institucional para encauzar desde instancias oficiales la cuestión de los presos. No creo que les haya hecho mucha gracia a los convocantes el rifirrafe de estos últimos días en la que se ha caracterizado al PNV como el partido que «deja al PP las manos libres para que siga con su política criminal y su boicot permanente al proceso».
Decía que no es muy inteligente esta estrategia, cuando la izquierda abertzale sabe que necesita de la colaboración del PNV para llevar adelante cualquier estrategia de diálogo y negociación con el poder central para encauzar con carácter resolutivo las cuestiones sobre los presos. Resulta torpe esa confrontación especialmente en este momento que el PNV vuelve a la Lehendakaritza, pues parece evidente que cualquier estrategia dirigida a lograr el cambio en la política penitenciaria requerirá además de la participación del Gobierno central, también la del Ejecutivo vasco. Ojalá el mundo de la izquierda abertzale estuviera en condiciones de gestionar con el poder central la problemática de los presos. Muchísima gente nos alegraríamos, pues tal escenario significaría que por fin la izquierda abertzale habría asumido esta cuestión como un problema propio, a resolver por ellos mismos, más que una bandera de agitación y de confrontación política, pero sobre todo de exigencia a los demás. Por cierto, como al final han tenido que hacer con su legalización.
La izquierda abertzale ni los presos necesitan incrementar la lista de los que ellos llaman enemigos. Al contrario necesitan eliminar obstáculos, allanar el camino, evitar confrontaciones innecesarias, ganar adhesiones, legitimidad y credibilidad.
Necesitan ser prudentes, flexibles, realistas y sobre todo inteligentes. La izquierda abertzale y los convocantes de la manifestación saben que uno puede estar de acuerdo con la reforma de la política penitenciaria, que se pude estar de acuerdo con la adopción de medidas dirigidas a la excarcelación individualizada de los llamados presos de ETA, pero, sin embargo, no ver necesario o conveniente respaldar una convocatoria de manifestación que al día siguiente va a ser gestionada por la izquierda abertzale. Porque es preciso hablar con claridad sobre estas cuestiones.
El problema principal no es la convocatoria sino la estrategia que se debe aplicar para lograr unos resultados satisfactorios respecto de los objetivos que se persiguen. Tampoco se trata de una confrontación entre una estrategia basada exclusivamente en la movilización y otra basada en la gestión institucional. Las dificultades se presentan cuando se plantea con qué enfoque estratégico se ha de abordar la resolución de los temas vinculados al mundo de los presos. La izquierda abertzale tiene un interés especialísimo en vincular los cambios en la política penitenciaria al llamado ‘proceso de paz’, como si tuviera el carácter de contrapartida a la decisión de ETA de terminar con la violencia. Este enfoque plantea dificultades extraordinarias, no solo al PP, lo cual es evidente, sino también a las otras formaciones del Parlamento vasco, pues entienden, con razón, que estarían trabajando para una estrategia que no comparten por estéril. Ni que decir cuando se manifiesta que el mantenimiento de la situación actual supone un peligro para el ‘proceso de paz’, lo cual suena a una amenaza velada en toda regla.
Otro tanto sucede cuando se plantea la cuestión de las estrategias para la posible excarcelación de los presos. Es obvio que mientras la izquierda abertzale siga abordando este tema desde la proclama de la amnistía, va a ser imposible una colaboración institucional y política con fuerzas como el PNV y el PSE. El problema no está en la manifestación.
XABIER GURRUTXAGA, EL CORREO 11/01/13