ANTONIO ELORZA – EL PAIS – 18/03/17
· Otegi insiste en rechazar la condena de la banda, a la cual sigue asignando un cometido histórico de defensa de la comunidad vasca.
La agonía de ETA está recordando el cuento de Aquiles y la tortuga: sabemos desde 2011 que la historia del terrorismo vasco está a punto de acabar, y se suceden los movimientos en ese sentido, pero sin que llegue el happy end de que ETA ha desaparecido. Tal vez porque ETA sigue existiendo aun cuando por fortuna haya dejado de ser el agente del terror. La declaración final de Maixabel Lasa en el documental de EL PAÍS permite situar muy bien el problema: lo esencial es que quede un relato verídico, puede existir una variedad de relatos.
Tal vez sería mejor decir que lo segundo anula a lo primero, sobre todo porque frente a la historia del terror sigue alzándose la del encubrimiento y la justificación. Puesto a presentarse como el bueno de la película, y probablemente tiene razones para ello al haber presionado eficazmente desde Batasuna a ETA, Otegi insiste en rechazar la condena de la banda, a la cual sigue asignando un cometido histórico de defensa de la comunidad vasca.
Ni siquiera hace autocrítica respecto de pasadas posiciones suyas de defensa de la barbarie (recordemos el asesinato de López de Lacalle). De hecho tiene razones para obrar así: sin esa cortina de humo, la política actual de Bildu carecería de sentido.
Claro que para configurar una memoria histórica democrática en Euskadi hace falta un relato que asuma también los episodios de barbarie en la vertiente opuesta, pero desde la ponderación y no de la equidistancia. Hace falta que los derechos derivados del asesinato de Lasa y Zabala sean reconocidos, un hecho puntual, pero también que no todo se limite a escenas entrañables y positivas como la del encuentro de la viuda de Jáuregui con su asesino.
El perdón y la reconciliación son válidos, siempre que el exterrorista asuma su error, no solo el sufrimiento causado, exponiendo por el medio que elija cual fue su trayectoria, el análisis de la organización criminal a que perteneció, los medios para esclarecer los asesinatos aun sin culpable. Maite Pagazaurtundúa tiene razón al insistir en este punto. En el caso paralelo del nazismo, a nadie se le ocurriría que todo terminaba bien con el abrazo de un SS con un judío.
El odio heredado del sabinianismo en ETA tampoco ha desaparecido por desgracia. Fue importante y encomiable el esfuerzo de Eguiguren, pero también el de Basta Ya, éste sin la ambigüedad que introducía la concesión anticipada por Zapatero del “derecho a decidir”, siendo ETA quien rompió la baraja. No es hora, pues, de enternecerse ante los etarras desarmados, sino de proponer la única versión posible, sin el menor espíritu de venganza: ETA fue derrotada.
ANTONIO ELORZA – EL PAIS – 18/03/17