Editorial, EL CORREO, 30/6/12
La detención ayer en Londres de los etarras Antonio Troitiño e Ignacio Lerín certifica no solo la debilidad en que se encuentra una organización terrorista progresivamente diezmada, sino también la situación límite a la que están abocados los miembros de la misma mientras no se consume la disolución de todas sus estructuras que demandan los gobiernos de Madrid y Vitoria y la mayoría de los partidos vascos. Frente a quienes siguen vinculando la definitiva entrega de las armas a un remedo de negociación entre ETA y los Estados español y francés, el goteo de arrestos de presuntos militantes etarras y de otros ya condenados y huidos como Troitiño pone de manifiesto que lo que quede de la organización terrorista puede acabar en un proceso de dilución por la fuerza de los hechos. Las detenciones coincidieron con la petición pública de perdón a las víctimas protagonizada por el exdirigente de ETA José Luis Álvarez Santacristina ‘Txelis’ y la asunción de la «responsabilidad moral» contraída por el «mal irreparable» generado en décadas de violencia. Esta autocrítica contrasta con la renuencia de ETA a clausurar de una vez y para siempre su destructiva trayectoria, pero también con la denuncia de EH-Bildu de los arrestos en una lectura que relaciona de manera inadmisible la consecución de la paz con la impunidad de quienes han ejercido el terror.
Editorial, EL CORREO, 30/6/12