Si ETA ya dice que está dispuesta al alto el fuego y la violencia parece acabarse… ¿qué mas quieren? Pues lo queremos todo y por su orden: la renuncia militar y la renuncia a la exigencia política. No hemos combatido al terrorismo para otra cosa ni como es natural, con todo lo sufrido, ahora vamos a conformarnos con menos, convenga a quien convenga.
Si de lo que se trataba fuese nada más que de acabar con la violencia terrorista, la verdad es que siempre hemos tenido la solución a nuestro alcance: bastaría con haberle dado la razón a ETA. Si hace quince o veinte años todos los vascos hubiésemos votado obedientemente en las elecciones a Herri Batasuna, Batasuna o como le tocara entonces llamarse y luego hubiéramos cumplido igual de obedientemente su programa, seguro que nos habríamos ahorrado muchos asesinatos, extorsiones y demás disgustos. ETA lo que quiere es imponer su ideario: si lo hubiéramos aceptado, se hubiese disuelto tan contenta� eso sí, después de un par de desfiles de la victoria por calles céntricas de nuestras capitales.
Pero precisamente luchamos contra la banda y resistimos su amenaza porque no queríamos -ni queremos, claro- aceptar su programa y su ideario. Si sus ideas hubieran sido aceptadas por la mayoría, la violencia habría acabado hace mucho. El terrorismo ha continuado todos estos años porque no todos nos hemos dejado aterrorizar hasta dar resignadamente la razón a quien nos parece que no la tiene y además pretende quitarnos por la fuerza la que nosotros tenemos. De modo que lo importante -conviene ahora recordarlo- es no solo que cese de una vez el terrorismo etarra sino sobre todo que cese pero que a la vez su programa político y su ideología sean inequívocamente rechazados.
¿En qué consiste esa ideología contra la que hemos luchado? Fundamentalmente en dos aspectos: exigir la independencia de Euskadi no como un proyecto político entre otros sino como un derecho irrenunciable, y deslegitimar todas las instituciones democráticas españolas -válidas también para el País Vasco, claro, como parte de España que es- como imposiciones dictatoriales que tienen que ser suspendidas de inmediato para acordar otras entre los nacionalistas. O sea, la independencia como derecho de unos y obligación para todos, junto a la abolición del peso institucional del Estado español (y supongo que también del francés, aunque los modos violentos los hayamos padecido sobre todo en esta parte de la ‘muga’, como castigo por ser más autonomistas en todos los sentidos que los franceses).
Debe quedar perfectamente claro, pues, que la paz no será el resultado de una conferencia política entre iguales sino la aceptación por parte de los terroristas de que deben cesar toda violencia y entregar las armas, además de aceptar las instituciones de la democracia española actual y asumir que su proyecto independentista es eso, un proyecto político que deben defender parlamentariamente de acuerdo con las reglas vigentes, no un derecho inalienable a reivindicar por las buenas o las malas.
Comprendo que todo esto ya es de sobra sabido y me excuso ante los lectores por repetirlo. Pero es que ahora a algunos les han entrado las prisas y censuran a los demás por no moverse en la dirección que ellos quieren y a paso ligero. Si ETA ya dice que está dispuesta al alto el fuego y la violencia parece acabarse… ¿qué mas quieren? Pues lo queremos todo y por su orden: la renuncia militar y la renuncia a la exigencia política. No hemos combatido al terrorismo para otra cosa ni como es natural, con todo lo sufrido, ahora vamos a conformarnos con menos� convenga a quien convenga. Si quienes hasta ahora han apoyado la violencia totalitaria y todavía no la han condenado, que sepamos, pretenden ingresar en la democracia que todavía no se han dignado estrenar, deben asumir inexcusable y claramente ese doble planteamiento.
Como digo, a muchos les han entrado las prisas. No me refiero solamente a gente de la izquierda abertzale, cuyo interés en el asunto está claro por la proximidad de las elecciones de mayo, sino a todos esos que dicen que ‘ya están hartos’ y que ‘los legalicen y se acabe todo de una vez’. ¿Hartos, de qué? ¿De no hacer nada? ¿De esperar a ver quién gana para gritar luego ‘¡viva quien vence!’? Seamos claros: gran parte de la población vasca se ha enfrentado a ETA estos últimos años con el mismo denuedo con que se enfrentó a Franco en su época: es decir, sin mover un dedo y viéndolas venir. Por eso Franco se movió con tanta tranquilidad por nuestras tierras hasta el último día y por eso ETA ha hecho lo mismo no menos cómodamente durante décadas. Ahora ya están cansados de descansar y exigen que todo se arregle como sea de una vez, para seguir descansando. Bueno, sintiéndolo mucho tendrán que aguantarse un poco más y esperar a que nos convenzamos definitivamente de que llegó el final que queremos los que no nos hemos dedicado tanto tiempo como ellos a la siesta política.No es paz el cese de la violencia, sino el reconocimiento general y con todas sus consecuencias legales del triunfo de las instituciones del actual Estado de derecho. Ni más ni menos.
Fernando Savater, EL CORREO, 30/1/2011