ETA quiere existir a costa de la izquierda abertzale, y ésta es incapaz de desentenderse de la banda porque tampoco puede escribir su futuro sin remitirse a un pasado que precisa reivindicar. Para la izquierda abertzale sigue siendo infinitamente más cómodo emplazar al Estado que ignorar a ETA.
La lectura del comunicado que ayer escenificaron tres encapuchados obliga a plantearse una pregunta nada retórica: ¿Existe realmente ETA, o se trata de una recreación interesada al límite de su existencia? El paulatino debilitamiento de la banda terrorista ha ido aminorando su capacidad para obrar deliberadamente. Cuanto más acosada se ha sentido, más se ha entregado a la inercia y al dictado de sus instintos para asegurarse la supervivencia. Es la gran paradoja: los terroristas se muestran tan exhaustos que son incapaces de renunciar definitivamente a las armas.
Para eso se requiere mayor entereza de la que pudieron hacer gala los tres encapuchados. Únicamente acertaron a reeditar frases reiteradamente publicadas en relación a la naturaleza del «conflicto secular» y aquellas soluciones que podrían convalidar la perpetuación etarra. La larga espera del comunicado podía hacer pensar en un texto prolijo, a modo de testamento histórico de cincuenta años de ETA, para presentar su final definitivo como la conclusión lógica de una era triunfal. Pero no les dio para tanto. La pretenciosa descripción del «proceso democrático» que Euskal Herria debería seguir para acceder a la verdadera libertad constituye, en boca de los portavoces de ETA, un gesto de imploración para que las fuerzas democráticas, especialmente las nacionalistas, se avengan a legitimar retrospectivamente la historia etarra.
Puño en alto, los tres encapuchados trataron de ningunear a la izquierda abertzale en su esfuerzo por recuperar la legalidad. Es más, confirmaron que ETA intenta demostrar su existencia precisamente respecto a la izquierda abertzale, por mucho que su altanero comunicado se refiera a la verificación del alto el fuego por parte de la comunidad internacional. La verdadera comunidad a la que ayer se dirigieron los tres encapuchados fue la de sus seguidores de cuando ETA existía. Su objetivo primordial es restablecer los vínculos que le permitían ordenar el tráfico en el seno de la izquierda abertzale para así rehacerse al mando de la situación. El comunicado sugiere una política de concentración nacionalista en pos del derecho a decidir. Pero al dificultar la legalización de la izquierda abertzale, los portavoces de lo que quede de la banda terrorista demuestran que sólo les importa el enunciado de sus proclamas, no su realización efectiva. Porque la «acumulación de fuerzas» que la estrategia trazada en el comunicado sugiere sería posible únicamente si la izquierda abertzale volviese a la legalidad.
ETA quiere existir a costa de la izquierda abertzale, y ésta sigue siendo incapaz de desentenderse de la banda porque tampoco puede escribir su futuro sin remitirse a un pasado que precisa reivindicar. Por lo que, como ayer demostraron sus dirigentes, para la izquierda abertzale sigue siendo infinitamente más cómodo emplazar al Estado para que propicie su vuelta a la legalidad que declarar con mayor o menor solemnidad que ETA ha dejado de existir para ella.
Kepa Aulestia, EL DIARIO VASCO, 11/1/2011