Editorial ABC 21/11/12
La banda está operativamente derrotada, pero el terrorismo etarra sigue presente como amenaza y como condicionante de la vida política vasca.
LA Cámara vasca que ayer se constituyó para la nueva legislatura no es el Parlamento vasco de la derrota de ETA: su facción política, EH-Bildu, es la segunda fuerza y ostenta la vicepresidencia primera de la Mesa. Un sarcasmo tan hiriente como lo fue la elección de José Antonio Urruticoechea, más conocido como «Josu Ternera», para pertenecer a la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco. Si esto representa a la sociedad vasca, el daño moral causado por ETA ha sido peor de lo que cabía imaginar.
El terrorismo etarra está operativamente derrotado y a esta certeza respondió el cese definitivo de la violencia terrorista, pero el terrorismo de ETA sigue presente como amenaza y como condicionante de la vida política vasca. Sin haber entregado una bala ni haberse disuelto, ETA ha sembrado con éxito la confusión sobre sí misma y lo que representa. La nueva Cámara de Vitoria vuelve a ser hegemónicamente nacionalista. La ley de Partidos Políticos está amortizada por las ingenuas y peligrosas sentencias del Tribunal Constitucional sobre Sortu y Bildu. Las víctimas no entienden determinadas decisiones en materia penitenciaria. La «doctrina Parot» pende de un hilo en el Tribunal de Estrasburgo.
Y la tentación acomodaticia de una buena parte de la sociedad vasca acelera el blanqueo de imagen de quienes siguen atacando la detención de terroristas y justificando la existencia de ETA y sus crímenes.
La mayoría dominante nacionalista no significa que vaya a funcionar con homogeneidad. El Partido Nacionalista Vasco es muy consciente de que un exceso de concesión al radicalismo de EH-Bildu actúa en su contra, como le puede pasar a Convergencia i Unio frente a Esquerra Republicana de Cataluña el próximo domingo. Pero la mera hipótesis de un frente soberanista que mantenga vivo el «conflicto» con el Estado resultará útil al PNV en su previsible enfrentamiento con el Gobierno central.
El papel de los partidos constitucionalistas no será fácil. Solo los socialistas por sí solos garantizan al PNV una mayoría al margen de EH-Bildu, pero sería un error que el PSE se convirtiera de nuevo en el comodín del PNV. Esta historia ya es conocida y se sabe cómo acabó en 1998, a las puertas del pacto de Lizarra entre el PNV y ETA. Más que asegurarle al PNV un «plan B» alternativo al pacto con EH-Bildu, es necesario que PSE, Partido Popular y Unión, Progreso y Democracia hagan visible y militante la pluralidad de la sociedad vasca, sin caer en la resignación frente al nacionalismo, paralelamente a una estricta vigilancia, por parte del Gobierno, de cada palabra y cada gesto de EH-Bildu, para aplicarle lo poco que el TC ha dejado de la ley de Partidos Políticos.
Editorial ABC 21/11/12