El sueño de la Unión Europea ha muerto. De todos los capitalismos que pueden existir se ha impuesto el más indecente, deshonesto y desalmado, y la Unión es su principal víctima. ¿Resucitará algún día?
Europa languidece sin remedio y su corazón comunitario y solidario está a punto de pararse para siempre. ¿Qué ha ocurrido para llegar a esta situación? ¿Cuáles son las causas? ¿Cómo están afectando la crisis financiera y sus penosas consecuencias a la Unión? El panorama no puede ser más desalentador ya que la crisis avanza en Europa sin solución de continuidad y los ocho billones de euros en los que se estima su deuda pública así lo ratifican. El penoso espectáculo que los principales países de la Unión están dando en estos momentos para enfrentarse a la crisis globalizadora, y a sus pretensiones de destruir el proyecto europeo y su moneda, nos hace ser muy pesimistas respecto al futuro del mismo. Las luchas intestinas entre ellos tienen como paradigma a la ‘benefactora’ Alemania que tanto se preocupa por Grecia y por España, sobre todo cuando difunde insidiosos rumores que salvaguardan, o eso creen ellos, la economía propia y que incrementan las ganancias de sus bancos que, como bien sabemos, son los principales acreedores (seguidos de los franceses y los británicos) de los diferentes Estados perimetrales de la Unión.
La presión a que se ven sometidos éstos les ha ‘obligado’ a descargar el peso de sus enormes deudas sobre unos ciudadanos que poca responsabilidad tienen en la generación del problema que padecemos, por mucho que nos intenten convencer de que somos culpables de la crisis al vivir por encima de nuestras posibilidades. Argumento falaz que define con claridad a quien lo utiliza y que pretende enmascarar la tropelía que la especulación capitalista ha generado en el mundo, cuestionando las soberanías nacionales, torpedeando los pilares de la mayor iniciativa integradora de la historia que pretendía, y deseamos que lo siga haciendo, Europa a través de la Unión, y barrenando los cimientos de la urdimbre heredada del Estado del Bienestar. La inexistencia de una unidad política en la UE y el vasallaje de ésta a los intereses del capital financiero es una realidad que le impide adoptar medidas coordinadas para luchar contra la crisis, que favorece que los diferentes Estados que la integran la hagan responsable de las medidas económicas que están adoptando y que ha exacerbado exponencialmente las contradicciones europeas.
El sueño de una organización democrática y ciudadana transnacional como la Unión choca con la inexistencia de un espacio público europeo, con la debilidad que de ésta emana y con el déficit democrático que arrastra. La crisis se ha encargado de dejarlo muy claro, y el hecho de que no se adopten soluciones a nivel europeo repercutirá también en la pérdida de los derechos sociales que tanto costó conseguir. El problema de la deuda afecta de lleno al corazón del sistema europeo, ya que la crisis no ha sido sino la manifestación de la debilidad endémica de las economías perimetrales de la Unión que se endeudaron peligrosamente desde la época de prosperidad económica que coincidió con la implantación del euro en 2002, y que no han podido soportar las acometidas de los temerarios capitales especulativos. Aunque no debemos olvidar que los mayores problemas en la Unión no son ni el déficit ni la deuda pública, sino el escaso crecimiento económico y el elevado desempleo. La solución sólo puede venir entonces de grandes inversiones públicas para las que se debería haber destinado el dinero (casi un billón de euros) que graciosamente fue a los bancos premiando su bien hacer económico. La economía europea entrará en un ciclo de crecimiento débil, o incluso de estancamiento, en el que el problema de la deuda pesará como una losa y en el que caminará hacia una depresión que desgarrará los Estados de la Unión a causa del elevado desempleo, de menores inversiones y del malestar social que generará una fatigosa y extenuante deflación. Asimismo, se demostrará la inoperancia de los planes de austeridad cuya andadura está comenzando en estos momentos y que, por sí solos, no servirán más que para extender la recesión, cuestionando no sólo el proyecto europeo sino también la democracia y la libertad.
La crisis que padecemos es estructural y a corto plazo no se percibe modelo alguno de recambio que permita mantener el dinamismo económico anterior y los vigentes equilibrios de poder mundiales. Ni la reducción crediticia; ni los sustanciales desembolsos de capital público para rescatar y sanear las cuentas de los bancos y de los sectores financieros más comprometidos por ella; ni el acelerado endeudamiento de un sector público hipotecado; ni las reclamaciones de sanear las cuentas públicas reduciendo gastos mediante mayores recortes del gasto social, de los salarios de los empleados públicos y de las pensiones; ni las nuevas medidas impositivas y restrictivas del gasto que se irán produciendo servirán para evitar la caída al abismo.
Europa como unión política no existe y esta inexistencia de un sistema político sólido y vigoroso ha coadyuvado claramente a que su moneda no haya sido capaz de contener los ataques especulativos y las perturbaciones del mercado de la primera gran crisis de la globalización. Europa está avasallada, será devorada y el proyecto europeo desmantelado. Con su defensa en manos de la OTAN y no en las de una organización propia, con su política financiera controlada por el FMI y sus caducas recetas, con sus múltiples e inoperantes organismos rectores que nos recuerdan a la Hidra de Lerna, con el embate final a los despojos del Estado del Bienestar y con otras iniciativas de esta índole, el sueño de la Unión Europea ha muerto. De todos los capitalismos que pueden existir se ha impuesto el más indecente, deshonesto y desalmado, y la Unión es su principal víctima ¿Resucitará algún día? Veremos.
(Daniel Reboredo es historiador)
Daniel Reboredo, EL DIARIO VASCO, 14/7/2010