DANIEL REBOREDO-El Correo

  • El desmoronamiento del euro respecto al dólar lleva al abismo a una UE cada vez más dependiente de Estados Unidos y con la recesión a la vuelta de la esquina

Julio de 2022 figurará en los anales del proyecto europeo como el mes en el que éste perdió cualquier posibilidad de funcionar de forma autónoma e independiente. ¿Exagerado? ¿Catastrofista? ¿Equivocado? Lamentablemente, no. La guerra de Ucrania será el desencadenante final de un proceso de integración que avanzaba a trancas y barrancas a pesar de las carencias políticas y militares del mismo, pero que progresaba. Ahora la situación ha cambiado. La guerra y sus consecuencias han transformado totalmente la realidad de hace unos meses. Todos los países del planeta se han visto afectados, aunque unos más que otros, por la nueva situación geopolítica; Europa y su proyecto de integración, también. La tan cuestionada debilidad política comunitaria ha pasado a mejor vida. La nueva y perniciosa coyuntura económica, con una inflación enloquecida y una moneda común -el euro- depreciada y en caída libre después de más de veinte años igualada al dólar estadounidense, despliega un nuevo panorama perfilado por la guerra.

El desmoronamiento del euro desde aquellos años en los que su valor era un 1,6 superior al dólar lo lleva al abismo, y a la UE también. La causa principal de dicho debilitamiento es la nueva situación político-militar que ha germinado en Europa y el trauma energético, cuyos efectos se manifiestan ya en la Eurozona, incluso en países como Alemania. La recesión está a la vuelta de la esquina y sus consecuencias son, a día de hoy, imprevisibles. Si la guerra se alarga y estanca, como así parece, la UE puede echarse a temblar. La debilidad del euro será una constante mientras ésta continúe y la crisis económica que comienza a padecer ya Europa puede llevar al continente al empobrecimiento y la postración. Tanto la Eurozona euro como Estados Unidos se encuentran ya en una fase de contracción, reduciendo la producción de bienes y servicios en el mercado, y es una evidencia que el impacto de las sanciones a las importaciones energéticas rusas está disminuyendo de forma importante la producción industrial en los países del centro de Europa, especialmente en Alemania.

La certeza de una recesión total en Europa es más que una amenaza. Los datos de crecimiento económico, los efectos de las sanciones en la producción e importación de energía y la incontrolable subida de la inflación en la mayoría de las economías, que el BCE pretende paliar incrementando los tipos de interés -de la flexibilización cuantitativa hemos pasado al ajuste cuantitativo-, apuntan solo a dicha recesión, sin que se vislumbre solución al problema.

Las previsiones para Europa son desalentadoras y aparentemente los dirigentes no son conscientes de ello, al menos de la magnitud de lo que se avecina, de sus consecuencias y de sus efectos devastadores. Frente a ello, los programas de ahorro de energía serán una minúscula gota en el océano, sobre todo para países como Italia y Grecia, aunque ninguno se librará de la debacle.

La vida cotidiana de millones de ciudadanos europeos ha cambiado y va a cambiar mucho más. Los debates político-ideológicos en los diferentes estados comunitarios, la crisis energética, la inflación vertiginosa, el euro bajo mínimos, etc. definen una situación inimaginable hace solo medio año. La guerra, como se ha podido comprobar, no ha afectado únicamente a los contendientes en liza tal y como señalaron algunas mentes preclaras del panorama internacional.

Estados Unidos y sus empresas de armamento salen vencedores de la guerra en Ucrania

El pánico se está extendiendo. A diferencia de la situación europea, EE UU, sorprendentemente y a pesar de su 8,4% de inflación, del desabastecimiento de algunos géneros, de los atrasos e incluso paralización de proyectos de infraestructuras, etc., con el consiguiente desgaste económico, ha conseguido debilitar la economía de la UE y desembarazarse de la competencia del euro.

¿Volveremos a contemplar lo que ya ocurrió tras conflictos bélicos anteriores cuando lo que fue catastrófico para Europa aupó a la potencia estadounidense al lugar que ocupa hoy? Recordemos los enormes beneficios que obtuvo comerciando con los contendientes de la Primera Guerra Mundial, incrementando su PIB de unos 33.000 millones de dólares a unos 72.000 (un 120% en tres años) y convirtiendo a EE UU en la primera potencia industrial del mundo, y la situación en la que la Segunda Guerra Mundial la colocó en el panorama internacional, con el 50% del PIB mundial en 1950, con un Plan Marshall que a la par que ayuda fue negocio, pagado religiosamente por los europeos, y que acrecentó su riqueza a costa de una Europa desangrada y destruida. Por cierto, en ambos conflictos su intervención se produjo en su fase final, sobre todo en el primero. La dependencia europea se convirtió en endémica una vez finalizados ambos y la supeditación a las políticas estadounidenses -políticas, militares, ideológicas, económicas y comerciales- se acentuó definitivamente en el ámbito de la Guerra Fría.

Después de unos años en los que Europa, y la UE, tuvieron la oportunidad de configurar y consolidar, a través de la UE sin el Reino Unido, una alternativa que superara la sumisión a los estadounidenses, la guerra de Ucrania revierte el proceso y recupera la dependencia gracias a unos líderes que no han estado a la altura. De este conflicto salen como vencedores Estados Unidos, la OTAN y las empresas de armamento norteamericanas; y, como grandes perdedores, la población ucraniana, Europa y sus ciudadanos, numerosos países terceros dependientes de los cereales ucranianos, la estabilidad mundial y el planeta en general por los daños ecológicos que ha generado, genera y generará.

EE UU gana, Europa pierde. EE UU domina, Europa agradece con docilidad y mansedumbre su sumisión. EE UU cuenta mucho en el mundo. Europa, nada.