Olatz Barriuso-El Correo

  • A un año de las autonómicas, el PNV busca zafarse del marcaje de Bildu y sacar cabeza en un lance complicado por la polarización PSOE-PP y por la necesidad de huir de los bloques

No son unas elecciones fáciles para nosotros». El PNV no se llama a engaño sobre la compleja papeleta que le ha endosado el presidente al que han apoyado los últimos cinco años, Pedro Sánchez, al convocar las elecciones generales en estricto período de resaca del 28-M, concretamente quince horas después del cierre de las urnas. La cita del 23 de julio se plantea así en Euskadi encajonada entre unas municipales y forales en las que Sabin Etxea cedió poder local frente a EH Bildu, que ganó además los comicios en Gipuzkoa y Vitoria, y unas autonómicas dentro de un año -con toda probabilidad, el 9 de junio de 2024, coincidiendo con las europeas- en las que los de Arnaldo Otegi aspiran si no a completar el ‘sorpasso’ sí a seguir recortando distancias con los jeltzales.

De ahí que la campaña del 23-J, desde una perspectiva estrictamente vasca, sea una ocasión para tomar posiciones de cara a una convocatoria que algunos sueñan con que propicie un cambio de ciclo en Euskadi, o, al menos, abra la puerta a una renovación de liderazgos y una política de alianzas distinta a partir de 2027. Por eso, al pulso entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo se superpondrá en Euskadi una guerra sorda entre PNV y Bildu que ya ha comenzado. Una contienda que reproduce la que han escenificado durante toda la pasada legislatura por el protagonismo y la influencia en Madrid y por el título oficioso de socio preferente de Sánchez. El desigual balance de ese apoyo y las diferencias entre sus respectivas parroquias condicionan desde ya su discurso de campaña.

EH Bildu, sin duda, lo tiene mucho más fácil. Su mantra electoral es sencillo: su voto servirá «para frenar a la derecha» siempre y en todo lugar. En una campaña mediatizada por un lucha radical de bloques enfrentados, los de Arnaldo Otegi han elegido sin ambages y además pueden presumir ante los suyos de que no les ha ido tan mal con el tándem PSOE-Podemos: la dispersión de los presos de ETA ha tocado a su fin y su ‘cuota de pantalla’ política se ha disparado. No en vano, el principal reproche a Sánchez de sus adversarios son los pactos con Bildu, que exhibe en su hoja de servicios la Ley de Vivienda, la transferencia de Tráfico a Navarra o la extensión de la Ley de Memoria Democrática hasta 1983.

Feijóo vendrá dos días a Euskadi, a Vitoria y a Ermua, pero no hay prevista ninguna visita de Sánchez

El discurso del PNV es, en ese terreno, más complicado. Forzado a denunciar los «incumplimientos» de un Sánchez que ha congelado sin miramientos el calendario de transferencias pactado con el Gobierno vasco, se ve igualmente obligado a presuponer su apoyo al bloque de izquierdas si la suma es posible. Y a la vez, a no descartar su eventual auxilio a Feijóo si sus votos fueran suficientes para no hacerle depender de Vox. Lo explica con claridad uno de sus rivales: «El PNV siempre ha cogido votos de todas partes y eso le ha beneficiado, pero ahora no sólo está a la baja con casi todos los demás al alza, sino que en esta campaña no se puede ser a la vez sanchista y antisanchista y eso le va a pesar».

De ahí que el PNV haya rescatado aquella idea que lanzó Andoni Ortuzar en el último Alderdi Eguna, arriesgada en tiempos de polarización galopante. «Ni Sánchez ni Feijóo», claman, hasta el punto de plasmarlo en la lona electoral de Sabin Etxea donde los candidatos de PSOE y PP aparecen dibujados y empequeñecidos a ambos lados de un ‘gran’ Aitor Esteban. De hecho, los jeltzales han optado por una campaña volcada en explotar el carisma del cabeza de lista por Bizkaia.

El objetivo, repetir los seis escaños de 2019, una opción probable, pero ni mucho menos segura porque, según algunas encuestas, Bildu podría sumar un diputado más a los cinco que ahora tiene -uno de ellos por Navarra-, en detrimento del PNV gracias a su empuje en Gipuzkoa. A la espera del Sociómetro que hará público este lunes el Gobierno vasco, esa posible subida sería, sobre todo, simbólica porque EH Bildu se convertiría así en el grupo vasco más numeroso en el Congreso.

La batalla de la izquierda

Aunque la izquierda abertzale ya batió en escaños al PNV en 2011, en pleno tsunami de votos por el fin de ETA, la irrupción de Yolanda Díaz, con buen cartel en Euskadi, y el voto útil a Sánchez que el PSE explotará hasta la saciedad, complican a los de Otegi repetir la hazaña pese a su clara tendencia ascendente. La batalla de la izquierda, entre compañeros de bloque, será encarnizada aunque con sordina. «A Bildu le irá mejor o peor en función de la fortaleza que Sumar demuestre en Euskadi. Y a nosotros nos irá mejor o peor en función de la participación», analiza un cargo jeltzale.

Con los populares convencidos de que esta vez sí lograrán el escaño por Álava -que Sumar tiene complicado retener-, la pelea vasca Sánchez-Feijóo en Euskadi tendrá mucho que ver con sus respectivas estrategias para alcanzar La Moncloa. Atención al dato: no está previsto que el candidato socialista, salvo ajustes de última hora, haga campaña en Euskadi, quién sabe si por mantenerse convenientemente alejado de EH Bildu, ahora veneno electoral para los socialistas. El líder popular, en cambio, vendrá dos veces: el día 15 a Vitoria, una plaza clave para el PP y su necesidad de proyectarse como partido de Estado porque refleja que no solo pacta con Vox sino que también es capaz de aupar al PSE para que no gobierne la izquierda abertzale. La otra visita se producirá dos días antes, el 13, y tendrá como escenario Ermua, donde Feijóo rendirá homenaje a Miguel Ángel Blanco en el 26 aniversario de su secuestro y asesinato a manos de ETA.