I. P. Chávarri-El Confidencial
- La incidencia acumulada ronda los 500 positivos por cada 100.000 habitantes, frente a los 208 de la media nacional. La Consejería de Salud amplía el número de camas disponibles en las UCI
En marzo de 2020, antes de la declaración del primer estado de alarma, Vitoria se convirtió en uno de los focos de la pandemia del coronavirus en España. Un funeral celebrado en la capital alavesa fue el origen de un brote con más de 60 positivos entre los asistentes y contactos estrechos. El episodio tuvo ramificaciones en otras localidades, especialmente en Haro y Casalarreina, las dos en La Rioja, y provocó el aislamiento de varias decenas de sanitarios del Hospital de Txagorritxu. El virus consiguió entrar en uno de los centros de referencia de Euskadi cuando las imágenes que habían llegado desde Wuhan los meses previos todavía parecían lejanas. Desde entonces, a lo largo de las sucesivas olas que han sacudido España, la comunidad se ha convertido en varias ocasiones en una de las regiones más afectadas. Y ahora, junto a Navarra, vuelve a liderar la incidencia acumulada con una tasa que ronda los 500 positivos por cada 100.000 habitantes, frente a los 208 de la media nacional.
Tras más de siete semanas de subida constante en el volumen de contagios —Euskadi comunicó ayer 1.274 positivos frente a los 1.500 de Cataluña, con una población 3,5 veces menor—, los datos siguen sin dibujar una tregua y por eso la consejera de Salud, Gotzone Sagardui, confirmó que la comunidad volverá a declarar, por tercera vez desde marzo de 2020 el estado de emergencia, lo que permitirá al Ejecutivo vasco, si así lo considera, volver a limitar horarios y aforos, entre otras restricciones. Además, el Supremo dio luz verde al uso del certificado para regular el acceso a locales de hostelería y de ocio nocturno.
«Esta situación, más allá de las vidas humanas, tiene consecuencias en el sistema sanitario», advirtió este martes Sagardui. Todos los centros de Osakidetza se encuentran en el escenario dos de los cinco previstos por el Plan de Contingencia de las UCI. Así, esta semana se han ampliado a 251 las camas disponibles en las unidades de críticos, y el 20% de ellas lo ocupan en este momento pacientes con covid. La región se ha visto obligada a reorganizar la actividad sanitaria, aunque, según destacó la consejera, se seguirá atendiendo “todo lo urgente y oncológico. Continuaremos programando la actividad quirúrgica, eso sí, adecuándola a las circunstancias que estamos viviendo y que seguiremos evaluando día a día”.
Si Álava y su capital fue la zona cero del covid en el País Vasco durante la primera ola, en las siguientes Guipúzcoa ha tenido un papel destacado. De hecho, la provincia es la que mayor incidencia acumulada registra a día de hoy en toda España, con cerca de 800 casos por cada 100.000 habitantes. Varias localidades han decidido suspender sus fiestas y otros eventos, y la capital, San Sebastián, sopesa qué hará con la feria de Santo Tomás, prevista para el 21 de diciembre. Hace tan solo 10 días, cuando se sortearon los puestos que se colocan en varios enclaves de la Parte Vieja para la venta de chistorra, sidra y otros productos, nada hacía indicar que, por segundo año consecutivo, podía suspenderse la cita. Entonces, la ciudad tenía una incidencia de 65 casos por cada 100.000 habitantes; ayer, el indicador había subido hasta los 570.
¿Por qué el País Vasco se ha convertido, ola tras ola, en uno de los focos de la pandemia en España? Uno de los motivos esbozados es el efecto frontera. Al día, más de 10.000 camiones pueden cruzar el puesto de Biriatou, en Irún. El pasado verano, Euskadi llegó a registrar varios centenares de casos de la variante beta, la antigua mutación detectada en Sudáfrica, y de gamma (Brasil), mientras el impacto de estas en otros puntos de España fue mínimo e incluso inexistente. También se detectaron positivos de épsilon (California) e incluso de la cepa nigeriana.
En esta última ola, todo hace indicar que uno de los factores clave ha sido la bolsa de personas no vacunadas. Y aunque la cobertura del País Vasco es una de las más altas de España, Sagardui apuntaba a este hecho a mediados de noviembre. “No tengo ninguna duda de que incrementar el grado de vacunación nos permitirá estar en otros escenarios”, defendió entonces. Según el último boletín del Ministerio de Sanidad, si la tasa de protección entre los mayores de 60 en la comunidad es prácticamente del 100% y se sitúa en el 94,5% en el colectivo de los que tienen entre 50 y 59 años, el volumen desciende en los siguientes: 87,6% (40-49), 76,7% (30-39), 80,2% (20-29) y 86,4% (12-19). Sin olvidar a los menores de 12, el grupo para el que todavía no se ha aprobado la vacuna en España. De hecho, los niños entre cero y nueve años son los que mayor incidencia acumulada registran en el País Vasco.
La factura de Urkullu
Paradójicamente, Euskadi además se ha caracterizado por ser una de las comunidades que han impuesto restricciones más severas. Mientras permaneció en vigencia el segundo estado de alarma, la limitación de movilidad entre municipios fue una tónica habitual en la región, también el cierre de la hostelería en aquellas localidades con alta incidencia o la imposibilidad de que los niños pudieran participar en competiciones deportivas. El País Vasco fue una de las comunidades que en verano pidieron al Gobierno central un marco jurídico que les permitiese adoptar medidas más contundentes, y desde que el pasado junio se levantó la obligatoriedad de llevar mascarilla en espacios al aire libre, ha reclamado su vuelta. De hecho, Sagardui volverá a insistir en esta cuestión este miércoles, en la reunión del Consejo Interterritorial.
La gestión de la pandemia ha sido muy contestada dentro de la comunidad y ha pasado factura el lendakari. Iñigo Urkullu reconocía el pasado septiembre, en el pleno de política general de la comunidad, los posibles errores cometidos y hacía autocrítica de su gestión. Asumió que al principio de la crisis sanitaria no se pudo hacer un seguimiento adecuado de los contactos, que hubo una limitación de los recursos disponibles y que hubo problemas para poner en marcha la campaña de vacunación, además de fallos en materia comunicativa. «No sé si hemos acertado al explicar que seguíamos en pandemia, que seguimos en pandemia, con todo lo que ello acarrea. No sé si hemos acertado al explicar por qué hemos adoptado las medidas que hemos adoptado. Toca admitir que los responsables públicos no tenemos respuestas para todo y que hemos actuado con el método del ensayo y error», confesó.