Jon Juaristi-ABC
- Para entender algo del nacionalismo vasco hay que empezar por distinguir entre independencia e independencia primitiva
A mí me dieron un premio Euskadi de Literatura del Gobierno vasco, con el que me compré un coche. Uno baratito, no vayan a pensar otra cosa. Dos o tres palurdos abertzales me acusaron en sus periódicos de haber robado esa pasta a los vascos y exigieron que la devolviera. No lo hice, porque bastantes impuestos pagué en el pasado a la Hacienda Foral de Vizcaya mientras residí en Bilbao, y porque era muy consciente además de que parte de la dotación del premio Euskadi sale cada año del barrido fiscal de mi cuenta empadronada en Alcobendas, mientras lo que pagan (en el supuesto de que paguen algo) a sus hacienditas forales correspondientes los juntaletras que me despellejaban jamás cruza
Pancorbo. Por otra parte, yo no me había presentado al premio. Me lo otorgó, sin que yo lo pidiera, un jurado bastante ecuánime. A lo mejor -creía, ingenuo de mí-, sentaba un precedente.
Pero, por qué ocultarlo, lo de que me dieran un premio Euskadi tenía su morbo. Como se sabe, Euskadi es un palabro inventado por Sabino Arana Goiri (1865-1903) a partir de otro de su invención, euzko, y del sufijo colectivizador di/ti, aplicado a los vegetales. Lo lleva mi propio apellido, Juaristi, que equivale a Carvajal. Euskadi, «bosque de euzkos», es el nombre que puso Arana Goiri a su proyecto político. Euskadi, afirmó Sabino Arana, es la patria de los vascos (euzkos). Euzkotarren aberria Euzkadi da. O sea, la patria de los euzkos es Euzkadi, como su nombre indica.
El proyecto político de Arana Goiri era devolver al bosque de euzkos su primitiva independencia, perdida a causa de la Ley del 25 de octubre de 1839, que, sin derogarlos, sometía los Fueros vascongados a la Constitución española de 1837. Es discutible lo de la independencia anterior de los euzkos. No hubo nada parecido a una nación vasca independiente de España, pero es cierto que, como observa el historiador José María Portillo, la hiperforestación permitía que los euzkos vivieran un poco a su bola, sin pagar impuestos, porque su bosque era tan espeso que los subdelegados de fomento se perdían entre los zarzales y se los comían los osos o los carlistas.
Con la industrialización se talaron los bosques para hacer carbón vegetal, pero entonces surgió Sabino Arana y se inventó lo del bosque de euzkos y lo de la independencia primitiva, o sea, Euskadi. Todo partido político que reclama en su denominación la pertenencia a Euskadi (Partido Socialista de Euskadi, Partido Popular de Euskadi, Partido Comunista de Euskadi, Partido Carlista de Euskadi…) asume el proyecto de Arana Goiri, que, por otra parte, se logró plenamente con la Constitución Española de 1978 y, en especial, gracias a su Disposición Adicional Primera. Por si las moscas, una organización terrorista creada ex profeso para ello, siguió matando españoles para consolidar la independencia primitiva del bosque de euzkos, hasta que ya no fue necesario hacerlo.
No es ya necesario, porque el escarmiento funcionó, y en adelante nadie pondrá en cuestión la independencia primitiva del bosque de euzkos, que, como la vascongada anterior a 1839, consiste en que dicho bosque no se independizará de España y, a cambio de ello, España se compromete a no mandar subdelegados de fomento ni guardias civiles que no sean puramente ornamentales y a pagar a los euzkos algo más del coste de los premios Euskadi. Sugiero que, una vez realizado el proyecto original de Arana Goiri, cambiemos su nombre por el de Euspaña para llamar al híbrido que ha terminado imponiéndose en las que un día fueron Provincias Vascongadas, a ver si nos reconciliamos de una vez con la idea de que hay españoles y euspañoles, o sea, algo más que españoles.