EL MUNDO 16/12/13
· Impulsan el movimiento IBIL, que defiende continuar con la utilización de la violencia
Todo el mundo da palmas y entiende que la violencia etarra, con más o menos matices, ha acabado. Nadie teme o parece temer, al menos en el plano político, un repunte de la violencia terrorista.
Pero, entremuros, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad trabajan ante el peor escenario posible. «Al Estado no se le puede pillar nunca con el paso cambiado», apuntan. Y por ese motivo, analizan y estudian todas las posibilidades que se abren en los diferentes escenarios. Y el fin de la doctrina Parot también está siendo analizado por los pepito grillo de la seguridad del Estado.
Estos analistas ven situaciones que se pueden complicar con las excarcelaciones masivas de etarras, con la libertad de algunos de los más duros de la banda, aquéllos que jamás se han movido ni un ápice de la defensa de la violencia. Entienden que la salida de los «irreductibles» puede suponer un reforzamiento de los sectores más duros tanto de la trama armada etarra como de sus entornos político y social. Es decir, que esos duros pasen a tomar las riendas de todos y cada uno de los movimientos que engloban a la izquierda abertzale.
Y esos duros existen. Y ese sector crítico que aún defiende la lucha armada tiene seguidores, organizados alrededor de la estructura del denominado IBIL. En ella estarían, entre otros, el antiguo miembro de ETA Fermín Sánchez Agurruza, y el ex miembro del comandoVizcaya, excarcelado tras cumplir 28 años de cárcel, Juan Ignacio Aldana. Y las Fuerzas de Seguridad del Estado temen que ex dirigentes de ETA recién excarcelados por la derogación de la doctrina Parot, como Isidro María Garalde, Mamarru, o Juan Lorenzo Lasa Mitxelena, Txikierdi, puedan pasar a formar parte de esta estructura que defiende la vigencia de la lucha armada, de la violencia.
Y es que gran parte de los beneficiados por la decisión de Estrasburgo son etarras contrarios a abandonar las armas. Los analistas saben que entre los excarcelados hay terroristas con un peso específico tremendo en el seno de la organización terrorista y de sus entidades satélite. Uno de los datos que constatan este hecho es el lugar donde los excarcelados estaban cumpliendo sus condenas. Casi la mitad de los que han salido ahora de prisión por la derogación de la doctrina Parot estaban en prisiones alejadas del País Vasco, fundamentalmente en Andalucía y en la Comunidad Valenciana. La ecuación era clara: cuanto más lejos del País Vasco, más radicales e irreductibles. De los 56 etarras que se están viendo beneficiados de la sentencia de Estrasburgo, 25 estaban en esas comunidades.
La preocupación, además de policial, se extiende también a los integrantes del entramado político de la izquierda abertzale. Temen por su actual estatus, temen perder el control a manos de los duros.
Y por este motivo, entre otros, han dado instrucciones para intentar que los actos de bienvenida a estos asesinos excarcelados queden reducidos a la mínima expresión; instrucciones que, como hemos observado en los últimos días, no están siendo precisamente cumplidas a rajatabla.
El temor abertzale está fundado. Tiene datos de que algunos de los excarcelados en los últimos meses trabajan activamente para impulsar los sectores críticos más recalcitrantes con el abandono de las armas.
Así, por ejemplo, desde su salida de prisión, Juan Ignacio Aldana Celaya está impulsando activamente una fracción dura que se llama IBIL, unas siglas detrás de las cuales hay una facción de los abertzales, de extrema izquierda, y contrarios a la renuncia a la violencia. Según fuentes de la lucha antiterrorista, Aldana participa en actividades de adoctrinamiento y de captación de adeptos en el entorno de Sortu en favor de IBIL y mantiene vías de comunicación con otros etarras que siguen en la cárcel para influirles y tratar de atraerlos hacia el sector duro.
Este sector, encabezado por otro antiguo miembro de ETA, Fermín Sánchez Agurruza, es minoritario en las filas de la izquierda abertzale. Pese a ello, mantiene una gran actividad de captación y adoctrinamiento (como los radicales islamistas) dirigidas de forma especial a los sectores más jóvenes. «A la búsqueda de cachorros», avisan estas fuentes. Entre los beneficiarios de la sentencia de Estrasburgo hay dos ex miembros de la cúpula de ETA que están alineados con los sectores más duros y ya han salido de la cárcel:. Mamarru y Txikierdi.
Garalde fue jefe del aparato logístico de ETA hasta su detención en Francia en 1985. Extraditado en 1992 tras cumplir condena, fue condenado por la Audiencia Nacional a 149 años de cárcel por haber proporcionado los explosivos con los que fueron asesinados tres militares. Ha cumplido 21 años de prisión en España y otros siete en Francia.
Más destacado todavía es el caso de Mitxelena, que fue jefe de comandos de ETA hasta su detención en 1985 y que ha sido portavoz de los presos hasta que hace un par de años dimitió en desacuerdo con la estrategia actual. Txikierdi fue quien se reunió en 1997 con la comisión del Parlamento vasco que elaboró un plan de acercamiento de presos y que aprovechó el encuentro para pedirle la libertad de Ortega Lara. El dirigente etarra no quiso discutir de lo primero ni hacer caso a lo segundo, planteó sus propias exigencias y se mostró extremadamente duro con los parlamentarios convirtiendo el encuentro en un fracaso.
Liderazgo de ‘Tkikierdi’
Es un dirigente veterano, con carácter y con ascendencia en algunos sectores. En medios penitenciarios se subraya que es un individuo con un gran autocontrol, que está vigilante en todo momento para evitar que los funcionarios de prisiones capten sus conversaciones para no dar pistas sobre su forma de pensar.
Un personaje como Txikierdi puede reforzar la línea crítica o, incluso, ponerse al frente de ella porque no hay ningún dirigente de talla al frente de la minoría que está en contra de la línea oficial.
Txikierdi ha actuado en los últimos años como portavoz de los presos, enviando escritos a los medios afines a la izquierda abertzale o realizando declaraciones. Tiene una proyección pública y un liderazgo entre un sector de ETA del que carecen otros reclusos.
En los últimos días, todos los reclusos de cárceles sevillanas han iniciado una huelga de hambre para reclamar cambios en su situación penitenciaria. Es una iniciativa que, en medios de la lucha antiterrorista, se ha interpretado como una operación de los duros de ETA para forzar movimientos de solidaridad en otras cárceles y en la calle. La huelga de hambre suele provocar movimientos de simpatía que se acompañan de actos de violencia callejera.