Excepción vasca

El Concierto Económico, el Cupo y sus derivados constituyen el único universo simbólico común a la diversidad partidaria vasca. Se trata de la excepción en la excepción a la que todos los partidos, menos UPyD, recurren por temor a quedar fuera de la anuencia general. Aunque nunca quedará claro si se trata de preservar el fuero o de garantizarse un huevo mayor.

El lanzamiento del nuevo Gobierno Vasco, tras la designación hace nueve meses de Patxi López como lehendakari gracias a los votos del PP, está coincidiendo con las convulsiones generadas por el demorado despegue de la economía española y, especialmente, con sondeos demoscópicos que indican que el partido de Mariano Rajoy incrementa su ventaja respecto al de Rodríguez Zapatero. Ambas circunstancias están contribuyendo a una imperceptible modificación en las relaciones entre el PSE-EE y el PSOE y entre el PP de Basagoiti y su sede central de Génova.

Hasta hace bien poco la situación en Euskadi era calificada de excepción a causa de la implacable persecución que el terrorismo etarra ejercía sobre las personas significadas del no-nacionalismo. Es una amenaza que no ha cejado. Pero ya el País Vasco se presenta como excepción en un sentido más virtuoso. Los dirigentes socialistas del resto de España tienden a realzar el ejemplo de entendimiento logrado aquí entre los dos principales adversarios de la política española, para así afear la actitud de Rajoy en Madrid. Mientras que los populares insisten en su compromiso de preservar dicho entendimiento, pase lo que pase en la pugna general entre su líder y Rodríguez Zapatero. Sin embargo, esta aparente sublimación de la entente vasca revela síntomas de un reconocimiento más bien transitorio o de oportunidad, y deja entrever las dobleces que aquejan a la complicidad que el PSOE y el PP mantienen con sus organizaciones vascas.

Durante los últimos meses, distintos ministros del Gobierno Zapatero se han dejado caer por el País Vasco. Aunque es imposible sustraerse a la sensación de que, más que a traer algo tangible para apuntalar el Ejecutivo de López, han peregrinado a Euskadi para llevarse de vuelta una fotografía de cierto valor moral en medio de la incertidumbre que vive el PSOE.

Quizá sea ésta una percepción equivocada o recelosa. Sin embargo el relato de tales viajes no invita a pensar en otra cosa. Ni el cumplimiento de las obligaciones contraídas por parte del titular de Fomento, o la disposición mostrada por Fernández de la Vega para conceder a Euskadi un mayor protagonismo ante las instituciones europeas, permite diluir tal sensación. Qué decir del jarro de agua fría con el que el vicepresidente Chaves anunció que se retrasaría el traspaso de las políticas activas de empleo, las dificultades mostradas para transmitir mensajes de interés para los vascos durante la Cumbre europea de Donostia o la visita nevada de Moratinos a Vitoria, en la que afortunadamente a nadie se le ocurrió preguntarle qué le parecía la candidatura de San Sebastián a la capitalidad europea de la cultura 2016.

Es una sensación que se acrecienta desde que los dirigentes y ‘barones’ territoriales del socialismo español han descubierto los méritos que atesora Patxi López como posible candidato a relevar a Rodríguez Zapatero. Sólo el desdén hacia las virtudes del paisano podría poner en duda las aptitudes del actual lehendakari para sustituir eventualmente al actual presidente. El problema es que, cuando los responsables más añosos del socialismo español piensan en el de Portugalete, lo hacen contemplando la hipótesis de una derrota electoral en 2012.

De forma que esa alternativa llevaría consigo la renuncia del PSE-EE a prorrogar el entendimiento con el PP y, por eso mismo, el final de su gobierno monocolor. La manera en la que el lehendakari López ha optado por silenciar la asignatura de las transferencias pendientes es una elocuente expresión de tal estado de cosas.

La otra cara de esta nueva excepción vasca la encarna el PP. El inicial compromiso que comparten Rajoy y Basagoiti de preservar la alianza sobre la que se sostiene el Gobierno de Patxi López está llamado a debilitarse a medida que la misma obtenga los frutos que pretende: la irreversibilidad de los avances contra la impunidad filoterrorista y la reconducción del debate sobre el futuro del autogobierno hacia cauces constitucionales. La imposibilidad del PP de Basagoiti para hacer prevalecer sus tesis en defensa de los Conciertos frente a la salomónica determinación de Rajoy de permitir que los gobiernos de La Rioja y Castilla y León recurran ante el Constitucional, obligados a demostrar que sus ciudadanos salen perjudicados con la norma, mientras los parlamentarios del PP, igualmente legitimados para recurrir, evitan hacerlo, refleja hasta qué punto Euskadi es una excepción de oportunidad.

El Concierto Económico, el Cupo y sus derivados constituyen el único universo simbólico común a la diversidad partidaria vasca. Se trata de la excepción en la excepción a la que todos los partidos, menos UPyD, recurren por temor a quedar fuera de la anuencia general. Aunque nunca quedará claro si se trata de preservar el fuero o de garantizarse un huevo mayor. Es más, esta última defensa del fuero se ha realizado empleando como argumento que no comporta el privilegio del huevo. El PP vasco no puede despegarse de la rueda. Pero mucho menos puede someter a la misma el criterio de todas sus estructuras partidarias en España.

Kepa Aulestia, EL DIARIO VASCO, 13/2/2010