ABC-LUIS VENTOSO
Pensándolo un poco, a lo mejor va y resulta que no ha hecho nada
TODOS tendemos a considerarnos mejores de lo que somos. Y si tienes el ego pasado de revoluciones, el fenómeno se exacerba y puedes creerte Bob Dylan con el talento del DJ Paquirrín Rivera. A la hora de evaluar la gestión de Sánchez existen dos visiones. Una es la que tienen él, Bego y Adriana Lastra. La otra, la del resto del planeta. Sánchez se contempla en el espejo y ve a un providencial presidente progresista, que ha traído por fin la democracia a España desenterrando y volviendo a enterrar los huesos de Franco. Un mandatario que ha «recuperado derechos», ha subido las pensiones y el salario mínimo, ha atracado al Aquarius en Valencia y ha reabierto el «imprescindible diálogo» en Cataluña. Además es súper verde, súper feminista y súper apolíneo y gana todas las elecciones con victorias «históricas» (que lo hacen histórico rehén de comunistas y separatistas). Es el bastión que frena a «la ultraderecha» –que nunca ha tenido tantos votos como con él– y que sale a trotar con glamur atlético (mientras que el apolillado Mariano no pasaba de una marcheta tipo Imserso activo en Marina d’Or). Por último, ha regenerado la vida pública, acabando con la corrupción endémica del facineroso PP.
La otra forma de ver sus 18 meses es un pelín más pesimista. Sánchez, que desalojó a Rajoy por los chanchullos de dos alcaldes, ha perdido el habla desde la sentencia de los ERE y no ha dado acuse de recibo ante el hecho probado de que el PSOE guindó casi 700 millones de los parados. El regenerador incurrió en plagio en su tesis, y una vez destapado por ABC, trucó un test para intentar exculparse, según denunció la empresa alemana dueña del programa informático. Ha asaltado con descaro TVE y el CIS y mantiene a ministros con deslices que antaño consideraba de dimisión incendiaria.
En Cataluña, el diálogo va viento en popa: en octubre de 2017 hubo un levantamiento sedicioso y ahora estamos a las puertas de otro, con un Parlament que ya se toma a chufla las decisiones del TC y un presidente de la Generalitat que corta personalmente autopistas. Con Sánchez se han alcanzado niveles desconocidos de violencia callejera. Ha logrado aumentar el desorden en Cataluña y que suba el envite separatista en el País Vasco.
En economía, ha sido incapaz de aprobar unos Presupuestos e iniciaremos 2020 con los de Montoro, El Cid de la contabilidad pública, que sigue ganando batallas después de muerto. Con la subida del salario mínimo y su desdén hacia bancos y empresas, Sánchez ya está aumentando el paro. Con su populismo con las pensiones va camino de arruinar el sistema si no acomete reformas, según le advierten la OCDE, el Banco de España y la UE. En inmigración, se puso estupendo al llegar, provocó un efecto llamada… y ha acabado plagiando la política posibilista del viejo Mariano. En política exterior, manda al Rey a Cuba a cumplimentar a la dictadura y encabrona a Estados Unidos con desaires chuletas, provocando que nos suban los aranceles. Por último, el valor de su palabra es calderilla, o menos (véase el pacto con Podemos y la negociación con ERC). Pronóstico: va a hacer bueno a Zapatero.