Tonia Etxarri-El Correo

Un 9% de la población. Ese fue el agujero que provocó ETA tras décadas de violencia terrorista. Su persecución ideológica expulsó alrededor de 180.000 ciudadanos del País Vasco, por eso las elecciones se han ido celebrando con el censo alterado. Una anomalía de la que se han beneficiado las formaciones nacionalistas y ha perjudicado a las constitucionalistas, según un informe del Centro de Estudios de la Universidad CEU San Pablo en el que prácticamente todos los encuestados reconocen que fue la amenaza terrorista la causa principal que precipitó la salida de su tierra.

En la recta final de la campaña, sacudida entre otras cosas por la colocación de ex presos de ETA no arrepentidos en las listas de Bildu, este informe contabiliza los daños provocados por la banda. Además de los muertos, heridos, perseguidos y secuestrados, familias completas decidieron abandonar Euskadi por voluntad ajena. La extorsión a los empresarios tuvo un efecto dañino en la economía. Y se fueron de forma progresiva y callada. Por la violencia o por el insoportable clima de coacción nacionalista excluyente. El caso es que se produjo un ‘exilio’. Algunos siguieron votando por correo. Otros muchos rehicieron sus vidas fuera, con todas sus consecuencias. Los menos, volvieron. Cuando Patxi López fue lehendakari gracias al PP, encargó un estudio al Instituto Vasco de Criminología que describió un desmoronamiento demográfico que cobró intensidad entre 1995 y el año 2000.

Que esa alteración del censo ha perjudicado a las formaciones constitucionalistas y ha beneficiado a las nacionalistas es una denuncia que figura en este informe. Unos 180.000 votos menos equivale a la población de San Sebastián. Para que nos hagamos una idea, ¿qué resultados electorales arrojarían los comicios vascos con esos 180.000 votos más? La respuesta parece fácil. Que las instituciones no hayan puesto de su parte para facilitar el retorno de todo aquel que hubiera deseado que le echasen una mano, forma parte de las miserias políticas de nuestra historia. Ha habido discursos, pero han faltado compromisos, calor y acogimiento.

Son recuerdos que, en realidad, permanecen en muy pocas formaciones políticas. Solo el centroderecha sostiene que no todas las opciones han podido concurrir en igualdad de condiciones. ¿Ahora que ETA ya no mata, tampoco? Es la pregunta comodín. En el PP, que ha experimentado la fuga de votos hacia la opción «útil» del PNV, tienen la respuesta: «ETA no mata pero manda en muchos pueblos». Allá donde Bildu y el PNV triunfan, el PP se diluye.

Los demás están en otra liga. El PSOE, centrado en que las denuncias de las compras de voto por correo no acaben de estropear una campaña que se les torció con la jugada de Bildu. A su izquierda, preocupados por su fractura interna. El PNV y Bildu extremando sus diferencias. Y cerrando la lista del PP en San Sebastián, Ana Iríbar, viuda de Gregorio Ordóñez, como permanente espejo de la limpieza ideológica que ETA ejerció sobre 850 ciudadanos que muchos se empeñan en blanquear.