Exorcistas

ABC 03/11/13
JON JUARISTI

· Los socialistas no han aprendido todavía a distinguir la historia de la memoria histórica

La propuesta socialista de exorcizar el Valle de los Caídos desenterrando los restos de Franco y de José Antonio Primo de Rivera me ha recordado la manipulación heráldica mediante la cual quiso borrar la Diputación nacionalista de Guipúzcoa la oprobiosa memoria de la contribución guipuzcoana a la conquista de Navarra. Se sustituyeron en el escudo de la Provincia los doce cañones que los guipuzcoanos arrebataron a los navarros por doce rodelas. Como éstas cantaban que daba gusto, terminaron por retirarlas también, colocando en su lugar unos cuantos arbolillos pintureros. En fin, no me sorprende nada que el encargado de proponer el exorcismo de marras haya sido un guipuzcoano.
Yo creía que los socialistas habían aprendido ya a distinguir la memoria histórica de la historia, pero parece que no. El Valle de los Caídos es un monumento histórico del franquismo, un complejo religioso-funerario concebido desde la mentalidad de los vencedores de la guerra civil, donde, además de un buen número de muertos de ambos bandos, fueron inhumados el fundador de Falange Española y quien ordenó su construcción. Cabe añadir que José Antonio Primo de Rivera no pidió ser enterrado en una necrópolis que no existía ni en proyecto cuando fue fusilado en la cárcel de Alicante, el 20 de noviembre de 1936. Es un inquilino tan involuntario de Cuelgamuros como el último falangista o el último miliciano que descansan en el mismo recinto. En cualquier caso, el Valle de los Caídos es el testimonio de una época y de una mentalidad que pasaron a la historia, pero que no se deben olvidar. Lo razonable es que se quede como está.
Que con la que está cayendo el ex alcalde socialista de San Sebastián y diputado por Guipúzcoa, Odón Elorza González, se permita el lujo de perder el tiempo y hacérselo perder al Congreso con esta enésima tentativa de maquillar el pasado para que no se parezca en nada a lo que fue dice mucho sobre la utilidad actual de su partido, mucho más lejano del presente que la propia guerra civil. Pero hay algo más: durante los siete larguísimos años de gobierno del PSOE entre 2004 y 2012 se retiraron del espacio público estatuas de Franco, placas y símbolos del franquismo. A porrillo. Sin embargo, no hubo redaños para mover de sus fosas los huesos del general ni los de José Antonio Primo de Rivera.
Estos desafíos socialistas son tramposos y ventajistas. Montan una comisión para estudiar lo que debe hacerse con el Valle de los Caídos y ralentizan su funcionamiento para que el informe final coincida con unas elecciones que saben perdidas de antemano. Así se evitan llevar a la práctica lo que sus propios expertos aconsejan y dejan el marrón al que venga después. Por supuesto, no se recatan en proclamar que si algún día ganan harán una barbacoa con los informes y leyes del adversario, pero, eso sí, mientras sigan en la oposición el Gobierno estará obligado a explicar por qué no asume lo que ellos no asumieron en su día.
Todo exorcista sabe que tiene que arrostrar los peligros del exorcismo, pero, a la hora de la verdad, a estos progres poscristianos, exorcistas de salón, les acomete el mismo terror supersticioso que impedía a los neandertales turbar el reposo de los muertos. Prefieren que lo hagan otros (es decir, los que no ven la necesidad de exorcizar), no sea que sus abuelitos franquistas se revuelvan en sus tumbas y les den un susto. Lo más recomendable es no gastar un solo minuto en darles explicaciones. Tampoco en exigírselas, que sería lo más lógico, pero que, como es bien sabido, equivale a pedir peras limoneras a los alcornoques. Habrá que esperar a que ganen otra vez, a ver si a la tercera va la vencida.