DAVID GISTAU, ABC – 10/04/15
· En UPyD ya no hay nada intacto ni flamante. Es un partido en proceso de disolución.
El primer partido antipolítico fue UPyD. Es decir, fue el primero en asociar la condición de político profesional con una naturaleza maligna. Fue el primero en arrogarse una función sanadora que a menudo requería regañar. Para ello, después de diluir las tres décadas largas de servicio de Rosa Díez en la política profesional como si fuera posible la extirpación de historiales, UPyD se transformó en un partido intacto, genesíaco, en el que todo futuro estaba por delante. Supo atraerse personalidades pertenecientes a eso que se ha dado en llamar la «sociedad civil» cuya principal virtud consistía precisamente en no tratarse de políticos profesionales, lo cual bastaba para adjudicarles una presunción de pureza, una condición moral mejor. Muchas de esas personalidades provenían de la resistencia contra ETA en las propias calles del País Vasco, lo cual hacía automáticas la simpatía y la admiración.
En UPyD ya no hay nada intacto ni flamante. Es un partido en proceso de disolución que de pronto tiene el futuro por detrás. Incluso los consumidores de pureza de la intelectualidad han anunciado, como Gil de Biedma cuando cambiaba de bar, que el garito fetén ahora es Ciudadanos. Partido muy similar incluso en la altivez de la pedagogía con la que quieren curarnos de ser españoles enseñándonos a ser daneses. Eso sí, daneses a bordo de trenes lentos, como aquellos de la España preUE en los que se confraternizaba con vino de bota y El Lute podía saltar sin matarse.
No hagamos la descripción prolija de los males de UPyD, pues esa autopsia la van destilando las radios todas las mañanas. Fijémonos en otro aspecto, el del experimento moral fallido. Nos encontramos ante dos posibilidades. O la política profesional contamina a los seres puros de la sociedad civil y los vuelve mezquinos, traidores e intrigantes. O esos defectos no pertenecen a la política profesional, sino a la condición humana, y se manifiestan siempre que haya en juego una cuota ínfima de poder o un afán personal de supervivencia. De todas las deserciones, fugas y negociaciones clandestinas con Ciudadanos que se están produciendo en UPyD, el caso más revelador acaso sea el de Irene Lozano. La verdugo del oficialismo que ejecutó a Sosa Wagner con un tono displicente y cruel, la que materializó la purga y el escarnio público del eurodiputado, ahora traiciona al oficialismo porque éste huele a muerto y se postula como el nuevo y flamante actor de la regeneración y la pureza. Se suponía que no eran políticos profesionales.
Se suponía que estaban todos por encima de las mañas y las conspiraciones de los aparatos. Pero están completando en UPyD una perfecta reproducción a escala de todas las actitudes repugnantes que circulan por los partidos en descomposición en los que alguien ya gritó sálvese quien pueda. Repito la pregunta. ¿Fue el frotamiento con la política y el escaño lo que los hizo así? ¿O está en nuestra condición de humanos que no tuvieron la suerte de nacer daneses?
DAVID GISTAU, ABC – 10/04/15