Extraños en un tren

IGNACIO CAMACHO – ABC – 24/08/15

· Europeos heroicamente escondidos ante un terrorista mientras unos soldados americanos se ocupan de la amenaza.

En un tren de Ámsterdam a París, un pasajero con un kalashnikov, una pistola, un cuchillo y una lata de gasolina no parece tener intención de pasar un fin de semana en Disneylandia. Sobre todo cuando suenan tiros y el tipo corre por los vagones en pos de un revisor despavorido. La reacción de un viajero normal ante una situación de esta clase es el pánico, bien en forma de fuga o de parálisis. La de la tripulación francesa del convoy consistió en encerrarse bajo llave en un compartimento de acceso exclusivo, dejando abandonado al resto del pasaje. Olía a masacre.

La evitaron dos militares estadounidenses, uno de ellos veterano de Afganistán, al abalanzarse sobre el agresor. No dudaron un instante. Se le echaron encima, le dieron lo suyo a golpes y lo redujeron en compañía de otro espontáneo inglés y un estudiante americano. Gente resolutiva. Gritaron «come on» y actuaron. Sería injusto decir que los europeos se quedaron al margen: uno de los azafatos prestó su corbata para maniatar, cuando ya estaba bien sujeto y vapuleado, al atacante.

El episodio del Thalys representa una interesante metáfora. Europeos heroicamente escondidos ante una agresión terrorista mientras unos soldados americanos, desarmados y de vacaciones, se ocupan de neutralizar la amenaza. El terrorista –al que todavía las autoridades galas se resisten a llamar así; quizá piensan que iba de caza– se había paseado por medio continente a sus anchas pese a que los servicios de información españoles habían advertido de su radicalizado historial; aquí también se fue de rositas tras entrar y salir varias veces de los juzgados. Dejemos aparte el detalle de cómo se puede introducir un arma de guerra en un tren; un AK-47 no es precisamente una escopeta de balines. La cuestión es que de no mediar la fulminante e improvisada intervención de los primos de zumosol yankies estaríamos hablando de una catástrofe. Más o menos como de costumbre desde 1917.

El presidente Obama ha felicitado a sus decididos compatriotas, el de Francia los va a recibir en el Elíseo y tal vez hasta les den una medalla. Sucede que cuando no están francos de servicio, su gobierno no les permite actuar de manera tan expeditiva. De hecho Estados Unidos se retira de Afganistán e Irak como los ferroviarios franceses se escondieron en el reservado: dejando a los civiles a merced del yihadismo. Mientras el Isis corta cabezas y crucifica niños, Occidente bombardea sus bases con drones no tripulados, de ocho a dos y de cuatro a siete. La guerra contra el terrorismo se hace ahora a los mandos de un videojuego.

Por fortuna en el tren de París no había más protocolo que el de la supervivencia. Y unos muchachotes que sabían lo que hay que hacer en un caso así y cómo hacerlo. Dijeron «vamos» y fueron, vaya si fueron. El problema, y bien gordo, es que por lo general no los dejan ir.

IGNACIO CAMACHO – ABC – 24/08/15