JUAN CARLOS GIRAUTA-EL DEBATE
  • La deriva socialdemócrata de Feijóo en Europa, más la naturaleza nacionalista de Feijóo en Galicia, me impiden ponerme a saltar

Es un error extrapolar las elecciones gallegas. Insistiré: en la tierra de Rosalía de Castro se da el gran hecho diferencial español. Como las razones ya las expuse, salto directamente a lo que nadie parece querer ver: el intenso clientelismo, la bruma, el papel crucial y alimenticio de las diputaciones, el orvallo, la compacta pared invisible con la que chocará quien no cuente con las bendiciones. Recuerdo cómo Ciudadanos, que entraba en todos sitios, rebotó en Galicia. Y digo rebotó porque se trató de un rechazo blando, sin aristas, sin ofensas, pero con toda la carga de los lugares impenetrables. Presentábamos a una escritora gallega como candidata a presidenta de la Xunta, Cristina Losada, que vivía y vive en Vigo y que tiene más lecturas y conocimientos políticos que todos los candidatos de entonces y de ahora sumados. Y nada. ¿Cuál era el problema? Que no hablaba el gallego con fluidez. El alemán, sí. Y el castellano, como la intelectual que es. El gallego, pasable, de andar por casa. Nunca mejor dicho porque Galicia es su casa. Pero no.

Si hay algo que no se debe extrapolar jamás son las elecciones gallegas. Todos los nacionalismos periféricos son secesionistas, salvo el del PP gallego, que está congelado: es Unió en 1985. Eso hace su ideología menos peligrosa, pero solo de momento. La experiencia enseña que todo nacionalismo acaba en separatismo, y que reconocer naciones sin Estado es temerario. Por otra parte, entiendo muy bien a los que celebran el descalabro socialista. ¿Cómo no iba a entenderlo? Yo bailé viendo la franja roja en la Sexta. Pero eso son desahogos que nos concedemos por lo hartos que nos tiene Sánchez, el estomagante. En cuanto cesa la música en tu cabeza comprendes que el BNG, lobo separatista feroz disfrazado de Caperucita, se ha comido a numerosos socialistas que, en grupo, normalizaban la diferentísima Galicia (siempre que su partido perdiera). No vaya a ser que la tierra de Cunqueiro solo comparta con el resto de españoles la tendencia a migrar a formaciones secesionistas de extrema izquierda, con o sin mechas, con o sin sonrisas. Si así fuera, los resultados de antier se me antojan una bola de cristal bastante deprimente.
Que gane siempre el PP con la mitad del voto, y que siga haciéndolo veinte años más, o cuarenta, a mí me deja flojo, entiéndeme. Que sí, que mejor eso mil veces antes que la alternativa. Pero la deriva socialdemócrata de Feijóo en Europa, más la naturaleza nacionalista de Feijóo en Galicia, me impiden ponerme a saltar, o babear una columna. Seamos sinceros, un partidario de la guerra cultural contra la hegemonía de la izquierda, y un enemigo de los nacionalismos periféricos, prefiere que Vox condicione al PP antes de que se convierta en un partido de gretas y gretos. Fíjate el cuidado que lleva la extremeña Guardiola, con lo agretada que estaba. Pero Vox en Galicia es novedad, y ya sabes, cuidado con lo nuevo, todo está bien, no lo muevas.